Hola, pienso que ya te dije que tengo una vecinita de 13 años. El otro
día nos encontramos juntas para entrar en la casa. Sus
padres que tienen un comercio no estaban en su casa y la invité a
merendar.

Es muy (muy, muy…) habladora. Nos sentamos en el sofá y empezó a
hablarme de sus cosas. Colegio, amigas. De todo. Yo no
hice nada que podía disgustarla y, cuando se fue, ya eramos amigas.

El Domingo por la manana la vi sacar a su perro y fui detrás ella. Nos
hablamos un poco y le dije de pasar a verme, si no sabía
qué hacer, por la tarde. Así fue. Esta vez, mientras hablamos, le
acaricié un poco el pelo y ella no decía nada. Le dije que era
muy guapa (¡lo es!) y cosas así. Ella sonreía sin malicia. Mi corazón
iba demasiado deprisa y tuve que hacer un gran esfuerzo
para no ir mas lejos….

Luego me ayudó a sacar mis ropas de verano y yo me puse algún vestido
quedándome en bragas y sostenes. Ella me miraba pero
no creo que pensase en nada. Al final me quité un vestido y me senté a
su lado. Le enseñe las marcas de mi braga para que
viese que ya estaba morena. «¿Y tu? ¿Estás morena?». Se subió la falda
por un lado y bajó su braguita un poco. Pasé mi dedo por
su piel blanca. Luego me vestí para que se diese cuenta de nada.

Leímos un libro de dibujos y así pude pasar mi brazo trás su cuello.
Ella se dejaba acariciar la mejilla y oreja pero todo parecía
natural entre amigas. Cuando tuvo que irse nos dimos un beso en la
mejilla.

A los dos días me encontré con su madre que me invitó a comer a su casa
al día siguiente. LLegué pronto y su madre tuvo que
irse a comprar alguna cosa. Anne (así se llama la hija) estaba en su
habitación. Fui a verla. Estaba echada encima de la cama
apoyada sobre sus codos y leyendo. Me senté a sus pies y empecé a
hacerle cosquillas en los tobillos. Ella no decía nada y mis
caricias subían poco a poco por su pierna hasta la rodilla. «Tienes la
piel muy fina». «Estás muy morena. ¿Has tomado el sol?».

Ella se encogió de hombros. Le subí la falda y pasé una mano
acariciándole la espalda. «¿Puedo ver las marcas de tu traje de
baño?». «Si quieres». Bajé un poco su braguita y como no decía nada la
bajé más. Su culito blanco estaba precioso. Me incliné y le
besé suavemente por la cintura y cada vez más abajo. Mis manos bajaban
su braga mientras mi boca avanzaba hacia abajo.
Pronto su culo estaba todo destapado y le besé en los dos lados.

Anne había dejado su libro y tenía los brazos a lo largo del cuerpo. Yo
besé aun su culito y le subí la braga. Me eché a su lado
boca arriba. Mi mano cogió la suya y se la acaricié. Su cara estaba
vuelta hacia mi pero los ojos cerrados. Acerqué mi cara a la
suya y, volviéndome hacia ella, le besé la frente varias veces. Luego le
besé el pelo y la mejilla. Sus ojos seguían cerrados. No
pude resistir y puse mis labios rozando los suyos y le dejé un beso
inocente. Ella no se movía. La besé otra vez apretando más
mis labios a los suyos. Se levantó como un rayo y se fue al salón.

La comida pasó sin problemas. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban
yo sonrojaba un poco y ella estaba muy seria.

Cuando fue le hora de irme Anne preguntó si estaba en casa por la tarde.
Dije que sí y me preguntó si podia pasar a buscar algun
libro. «Naturalmente».

Así fue. Cuando abrí la puerta ella parecía seria y preocupada. Nos
sentamos en el sofá y nos quedamos sin hablar un buen rato.
Al poco le pregunte: «¿Estás enfadada conmigo?». Movió la cabeza
negativamente. Le besé el pelo y cogiéndola de la mano la
levanté. «Ven vamos a hacer un pastel». Pasamos la tarde haciendo un
pastel y hablando de cosas. En ningún momento intenté
nada. Cuando fue la hora de irse la cogí por el cuello y la besé fuerte
en la mejilla. Fue la primera vez que ella me besó también.

«¿Puedo venir mañana?».

«Puedes venir cuando quieras».

Al día siguiente el teléfono sonó. «¿Estás en casa?. ¿Puedo ir?». ¡Claro
que podia venir!

Anne vino vestida con un vestido a tirantes de verano. Estaba preciosa y
su sonrisa me excitó desde que llegó. «Estás muy
guapa». Le coji las manos y nuestras caras se encontraron frente a
frente muy cerca. «Tengo ganas de darte mil besos». Ella
sonreía. Empecé a besarla fuertemente, como jugando, las mejillas, la
frente, el pelo. Reíamos y ella se dejaba hacer. La cogí por
la mano y fuimos a mi cuarto. Me eché en la cama y le indiqué de venir a
mi lado. Ella vino a mi lado. Mis manos acariciaban su
pelo y empecé a jugar con ella. A hacerle cosquillitas en las orejas y
en el borde de los labios. Luego le besé las mejillas y
recorría con mi boca su cara.

«Cierra los ojos». Los cerró. Mi boca se acercó a la suya y la besé, sin
sacar la lengua, como la primera vez. Cuando me retiré
sus ojos se abrieron. Yo tenía miedo de su reacción. La sonreí y ella me
devolvió una sonrisa tímida pero que me quitó todas mis
dudas. Era una especie de puerta abierta. Me incliné otra vez y besé el
borde de sus labios varias veces. Pasé mucho rato a
besarla dulcemente y a acariciarle sin ir más abajo que su cuello.

Al poco me puse a su lado y le cogí la mano. La llevé a mi boca y con la
puntita de mi lengua acaricié entre sus dedos. «Me gusta
estar contigo. ¿Sabes?». «A mi también» Me contestó con una voz
temblorosa. «¿Entonces porque no me das besitos tu?». «No me
atrevo». Pasé mi brazo tras su cuello y la acerqué a mi. Cerré los ojos
y sentí su boca darme un beso rapido en la mejilla. Yo
sonreí y ella empezó a besarme como yo había hecho antes.

El pelo, las mejillas, los ojos… «Los labios también quieren». Sentí
sus labios sobre los míos y su beso caliente y húmedo. Le cogí
la cara y la besé en la boca. Mi lengua salió un poco a acariciar sus
labios… Ella se levantó y se fue al salón. Fui detrás ella.
Anne miraba por la ventana.

Me acerqué y pasé mis brazos por su talla. «No tienes porque asustarte.
Hacemos lo que queremos. Estamos solas y yo no te
obligo a hacer nada. La que manda eres tu». Le dije mil cosas de ese
estilo para darle confianza y luego me aparté de ella y me
senté en el sofa. Sin decir nada se fue.

Pasaron varios días sin noticias suyas hasta que la encontré a la
entrada de casa un día. ¿Me estaba esperando?. Nos sonreímos.
«¿Qué vida llevas?». Se encogió de hombros. «¿Estás en tu casa esta
tarde?». «Sí. ¿Estás segura de querer venir a verme?».
Afirmó con la cabeza y, acercándose a mi, me besó fuertemente la
mejilla.

Cuando llegó por la tarde nos sentamos en el sofá. Rodeé su cuello con
mi brazo y empecé a besarla. Ella se dejaba hacer con
los ojos cerrados. Mi lengua recorría sus labios y, poco a poco, su boca
se abrió. La besé metiendo mi lengua dentro de su boca
un poco al principio. Eso le gustaba y la bese varias veces. Mi lengua
ya entraba toda en su boca y ella empezaba a aprender a
hacer lo mismo. La puse larga encima del sofá y me puse a su lado.
Nuestros cuerpos estaban bien juntitos y mis manos
acariciaban su espalda. No tuve que esperar mucho para que fuese ella la
que tomase la iniciativa. Me besaba en la boca sin
parar y la puse encima mío. Mi muslo frotaba su entrepiernas mientras yo
me frotaba contra su muslo. Casi era yo la pasiva. Sus
besos eran continuos y llenos de ganas y de excitación.

Yo empecé a acariciar sus pequenos pechitos sobre su ropa mientras
continuaba a besarme. Subí su falda por detrás y mis
manos recorrían sus piernas hasta el borde de la braga. Pasamos así un
buen rato. Yo me frotaba contra su muslo cada vez más
descaradamente y empezaba a gemir un poco.

Al rato me levanté y la tomé por las manos. «Ven. Vamos a mi cama.
Estaremos mejor». Me quité el vestido y me quedé en
bragas (casi nunca llevo sostenes). Me eche larga y ella vino encima
mío. Tuve que desabrochar su vestido para que se lo
quitase. Estuvimos así mucho tiempo. Ella siempre encima mío. A veces
entre mis piernas y a veces sus piernas a cado lado de
las mías.

Mientras ella me besaba yo acariciaba mis pechos con sus manos. Ella se
dejaba hacer y yo frotaba mis pezones con sus manos.
También acariciaba los suyos (pequenos y duros) suavemente. Luego
cambiamos de posición y empecé a besarle los pechos.
Luego el vientre. Mi boca bajaba hasta el borde de su braga mientras mi
mano acariciaba sus piernas hasta la braga también.

Cuando mis dedos empezaron a acariciar su rajita por encima de la braga
cerró sus ojos y se puso un brazo tapándose la cara. Le
bajé un poco la braga besándole hasta el borde de los pocos pelitos
rubios que veía. Mis dedos recorrían sus pulbis abultadito y
metí un dedito por el borde de la braguita. Por primera vez toqué sus
labios externos y empecé a acariciarlos. Ella temblaba un
poco pero no abría bien las piernas. Paré porque no parecía gustarle.
Continuamos a besarnos y yo metí mi mano en mi braga y
empecé a masturbarme. Ella me observaba divertida y seguía besándome
aunque, de vez en cuando, miraba hacia mi braga. Me la quité.

Mis piernas grandes abiertas a su lado continué a masturbarme. Ella
estaba inclinada hacia mi a mi lado y paró de besarme para
ver como me masturbaba. Cogí su mano y acaricié mi pecho fuertemente con
ella. Nos sonreiamos y me corrí intentando
dominar mi excitación. Me quedé tendida a su lado. Nos besamos
dulcemente y al poco me pidió timidamente de hacerle lo
mismo.

Retiré su braguita y empecé a acariciar su rajita suavemente. Poco a
poco mi dedo entraba en ella y abrió las piernas
completamente. Mi boca bajaba por su cuerpo y ella intentó pararme.
«Déjame. No tengas miedo. Ya verás como es mejor así».
Yo besaba su pubis y mi lengua empezó a acariciar su rajita. Ella se
abandonó y empecé a meter bien la lengua dentro. Cada vez
que le lamía el clito ella temblaba y se extremecía. Mis manos la tenían
por el culo fuertemente contra mi cara. Y así echada a
sus pies la chupé hasta que, con una serie de gemidos y temblores, se
corrió en mi boca.

Estaba roja y sudando. La cogí fuerte en mis brazos y nos cubrimos con
la sábana. Pasamos mucho tiempo así a besarnos
dulcemente y acariciarnos. Me dijo que era la primera vez que alguien
(chico o chica) le hacía algo.

Al rato empecé a besarla otra vez y cuando mi boca llegó a su rajita ya
abrió las piernas. Esta vez estaba yo a su lado y, mientras
le lamía el sexo, le tomé la mano que me puse en el mío. Sus dedos
empezaron a recorrer mi raja timidamente y yo a frotarme
contra ellos. Me puse en posición de 69 pero ella solo metía sus dedos.
Tuve que pedirle de hacermelo con su lengua. Al principio
no se atrevía pero empezó a besarme y a sacar su lengua. Cambiamos de
posicion y ella se encontró encima mío. Mi lengua
entraba hasta el fondo de su sexo y acariciaba sus mucosas apartando su
rajita con los dedos. Ella empezó a hacer lo mismo. No
se si se corrió pero me pidió que me parase. Ella continuo a lamerme y
chuparme ya sin complejos. Yo acariciaba su culito y sus
pechos. Mi dedo recorría su agujerito de detrás y le mordía el culo
traviesa.

Empecé a subir de ritmo y ella continuo más fuerte. Yo frotaba su raja y
culito con mi cara y hasta le besé el agujerito. Me corrí
como rara vez. Ella se retiró enseguida para verme. Mi cara debía estar
descompuesta y mi cuerpo estaba sudoroso. Nos reímos
mucho de nuestras travesuras y nos dijimos mil cosas bonitas.

Desgraciadamente ayer se fue de vacaciones pero sé que volvera a fines
de mes.

Por rocio

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