Tengo 19 años y estoy en
segundo año de la carrera de veterinaria. El verano pasado trabajé
en una clínica, en donde aprendí muchas cosas y viví
una experiencia que hasta hoy no puedo olvidar. A través de unos
amigos me enteré que necesitaban a un chico en una Veterinaria,
como yo estudiaba, la dueña no tuvo problemas y me tomó inmediatamente.
Ella tenía a un empleado al que le debía vacaciones, así
que aprovechó de que él las tomara cuando yo supiera bien
el trabajo que desempeñaría. Empecé en diciembre y
Carlos, ayudante de Mirta, se iría en febrero.



En la clínica había
una especie de guardadero de perros. Todas las personas que salían
de vacaciones, dejaban sus mascotas al cuidado de nosotros. Así
que había que alimentarlas, bañarlas y cuidarlas. Mirta tenía
unos 30 años, era una mujer muy bella, tenía ojos verdes
y tez muy blanca, que contrastaba con su cabello oscuro. Buena forma aun
que era un poco bajita, como 1.60.

Dentro de la distribución
de las jaulas, había un sector donde estaban las perras en celo,
aparte de los machos, ya que estos se volvían frenéticos
por las perras. Mis tareas eran muy simples y ayudaba en todo. Participaba
de la revisión de los perros enfermos, vacunación, etc.

Mirta era bastante atenta, pero
siempre guardaba distancia con todo el mundo, menos con los perros. Había
una sala grande donde se le daba atención a los perros. En el segundo
piso había una pequeña escalera donde se guardaban las fichas
de los perros en un computador, y había una ventana que daba para
la sala de atención. Muchas veces me quedé pasando los datos
al computador mientras navegaba por Internet.

En el transcurso de los 2 primeros
meses sólo noté un par de cosas extrañas, que más
tarde comprendería.

Un día sorprendí a
Mirna mientras extraía de las perras en celo los fluidos que emanaban
de las vulvas. Había unas 4 perras en celo, y ella consiguió
llenar un pequeño frasco.

Intrigado por el suceso, me interesé
en aquel frasco, el que tenía toda mi atención. Ella le puso
una cinta y colocó en la etiqueta "Rufus".

Un día Mirna estaba en el
laboratorio de muestras y se llevó el frasco. Cuando pude estar
solo en el laboratorio, pude comprobar que el frasco estaba vacío.
Y en su lugar, había una cajita hermética de plástico
que tenía la etiqueta "Rufus" con unos 8 supositorios.

Al revisarlos me di cuenta que habían
sido elaborados con los fluidos de las perras en celo. No entendía
de qué se trataba. En fin, luego de dos meses la confianza en mí,
y en mi trabajo eran plenas, muchas veces era yo el encargado de cerrar
todo. Y esto me gustaba. Ya que yo me quedaba navegando en el computador.
Cerraba las persianas y nadie se enteraba.

Llegó febrero y con él
se marchó Carlos, quedándonos sólo Mirta y yo. No
había nada de trabajo, sólo el de cuidar a nuestros residentes
enjaulados. El día 5 llegó una mujer y traía a un
labrador color crema, y de su cuello colgaba una medalla con el nombre
de Rufus ( me quedé pensando en qué relación tendría
el perro con los supositorios. La dueña lo dejaría 3 semanas
y lo recogería al regreso de sus vacaciones.

En febrero cerrábamos más
temprano, y Mirta se iba 15 minutos antes que yo. Un día, me quedé
en el computador, cerré todo y empecé a chatear. Eran cerca
de las 8 de la noche cuando oí que se abría la puerta principal.
Rápidamente apagué el computador y me quedé inmóvil
mirando por la persiana. Allí yo tenía una vista sobre la
sala y nadie me veía.

Encendieron la luz y vi cómo
entraba Mirta. Encendió la calefacción poniéndola
en lo más alto, yo tuve que desabotonar mi camisa, ya que no daba
más del calor.

Mirta salió a las jaulas
y regresó con Rufus,. Seguido a eso, lo subió a una meza
y empezó a vendarle las patas delanteras. Luego colocó unas
medias en las patas. El perro parecía que se hubiera fracturado
las patas ya que tenía una protección fuerte. Luego lo llevó
a un rincón y lo ató. El perro se echó a dormir. Seguido
a eso Mirna se empezó a quitar la ropa. Yo no entendía qué
pasaba, con el calor de la calefacción, se podía andar desnudo
sin sentir frió. Se quitó todo. Su piel blanca hizo que mi
miembro se erectara rápidamente. Sus tetas eran firmes y sus pezones
rozados. Su culo era perfecto, pequeño, pero perfecto. Sacó
un poco de aceite y sentada en una silla, comenzó a masturbarse
frente a Rufus. Abrió sus piernas y se manoseó su sexo, hasta
que afloraron sus labios, Rufus miraba como si ni le importase. En eso,
ella sacó de su bolso, la cajita plástica, (la que reconocí
inmediatamente) sacó los supositorios y se metió 3 en la
vagina y tres en el culo.

El perro rápidamente se empezó
a agitar, y tensando la cuerda que lo tenía atado, se movía
tratando de ir donde Mirta.

Eso Rufus, ven… decía ella.

El perro estaba excitado, se podía
ver la punta de su pene salir del capuchón. Ladraba como pidiendo
que lo soltasen. Mirta se acercó y abriendo las piernas dejó
que Rufus la investigara, el perro se fue directo a la vagina, donde hundió
su nariz y su hocico, lamiendo…

Yo estaba perplejo, pero muy excitado
a la vez. Mirta se giró, y abriendo sus nalgas, dejó que
Rufus le lamiera el culo. Mirta se puso en cuatro y el perro se volvió
loco, casi se ahorcaba tratando de salir. El miembro se había salido
por completo, y se podía ver la bola basal. El miembro de Rufus
era enorme, y Mirta sabía que volvía loco al perro. Al final,
Mirta lo soltó, y las patas de Rufus tocaron sus hombros.

Mirta lo bajó, y se puso
en cuatro, el perro estaba muy agitado, y los que estaban afuera comenzaron
a ladrar, seguro sentían el aroma que Mirta robó a las perras.
El perro puso las patas delanteras sobre la espalda de Mirta, ( por eso
la protección y vendajes que puso a Rufus) el perro se movía
solo, impaciente y agitado. Mirta le dijo que se calmara, y ayudando con
su mano, coloco la punta del miembro en la puerta de su vagina. Por la
forma del miembro y la lubricación de la vagina, este entró
sin problemas.

El perro se movía como loco,
a una rapidez infernal, Mirta doblaba el cuello y contorneaba su espalda.
El perro se la estaba cogiendo ante mis ojos, la verga del perro brillaba
al entrar y salir, el perro la embutía muy fuerte. Dos o tres veces
se salió de la vagina, pero Mirta atenta volvía a introducir
el miembro a su lugar. En eso Mirta cogió el miembro de Rufo y lo
dispuso en su ano. El perro se quedó quieto, y ella poco a poco
introdujo el miembro de Rufus, y aquí fue cuando el perro metió
el miembro con la bola basal y todo, quedando literalmente pegado al culo
de Mirta. El perro seguía con su movimiento, pero su miembro no
salía del culo. Mirta se mordía los labios y se tocaba las
tetas. En eso el perro dio un ladrido y sus músculos se movieron
estrepitosamente, luego se detuvo, giró y quedó opuesta a
Mirna, pero con su verga anclada al culo de Mirta.

Por rocio

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