El castigo de Paul Urrutia

Yo sabía lo severo que era nuestro entrenador de educación física, el temido señor Nagarra, conocido por la mayoría como «EL Almirante», y por ello al ver al nuevo muchacho entrar en su despacho con un certificado médico para eximirse de su clase de gimnasia me sonreí para mis adentros, convencido que con ese cuerpo de atleta y cara angelical le sería casi imposible convencer al «perro Nagarra», como también era llamado, que no estaba apto para el deporte.

Y en efecto el viejo, después de mirar al nuevo muchacho de pies a cabeza y enterarse del motivo de la visita, le dijo con su voz áspera y seca que su caso lo resolvería en el mismo gimnasio, al inicio de la clase, la que empezaría en 10 minutos. Como siempre, el gimnasio techado y con piso de madera, encontrándose en el subterráneo, estaba bien helado cuando entramos ya todos, los 50 muchachos, en tropel, vestidos con shorts y las camisetas reglamentarias del instituto. Los 50 chavos entonces clavamos casi de inmediato los ojos en el nuevo alumno, Paul Urrubia, quien a diferencia de nosotros estaba super abrigado, incluso hasta con chaqueta y guantes de cuero. Al entrar el «Almirante Nagarra» nos pusimos todos en posición firme pero él sin siquiera mirarnos, dirigió de inmediato su temible vozarrón al nuevo alumno preguntándole «si se creía Tom Cruise para presentarse vestido de ese modo en su clase, o si ignoraba acaso todo el daño que zapatos con suela de caucho como esos producían en el piso de madera». Paul quiso contestar pero el Almirante le ordenó sacárselos de inmediato y dejarlos junto a sus calcetines a un lado de la cancha. No puedo negar que yo comenzaba ya a disfrutar del espectáculo viendo avanzar a Paul, descalzo hacia nosotros, cuando Nagarra le ordenó devolverse y dejar también guantes y chaqueta, por respeto a los que estabamos sólo en camiseta y shorts esperando el inicio de la clase. El muchacho, después de cumplir con esta nueva orden, bastante confundido le dijo al Almirante que solo había venido para enseñarle el certificado médico y luego retirarse. Pero el fiero señor Nagarra le dijo entonces que certificados como esos tenían que ser muy cuidadosamente analizados ya que el ejercicio físico era el mejor antídoto contra los hábitos nocivos de los muchachos en crecimiento. El negarse a hacer deportes sin una justificación de peso él simplemente no lo aceptaría». El Almirante , le dio la orden a Paul entonces de leer de pie y de donde estaba, en voz alta y clara su propio certificado. El muchacho quiso alegar que era privado pero Nagarra lo interrumpió de inmediato diciéndole que lo único privado en su clase eran las novias de cada uno, y en todo lo demás no habían secretos entre los chavos, por lo que se apurara y lo leyera de una vez. El muchacho, todo confundido y nervioso, abrió el sobre y comenzó a leer pero nuestro sádico entrenador lo hizo callar y comenzar de nuevo, diciéndole que lo leyera como hombre, fuerte y claro para que todo el grupo alcanzara a escuchar. El certificado hablaba de problemas lumbares, y de pie plano, condiciones que podían verse agravadas por el ejercicio físico. Nagarra avanzando entonces hasta llegar sólo a centímetros de la cara de Paul le dijo mirándolo fijamente a los ojos, «ese doctor o no sabe nada de medicina o es un charlatán; pie plano no impide de manera alguna realizar ejercicios físicos, y en relación a tus problemas lumbares, es todo tan vago que no me la creo». El muchacho aunque ahora muy nervioso se atrevió a decirle a Nagarra que «podía llamar al número de teléfono impreso en el mismo certificado si pensaba que él le estaba echando mentiras». Mirando ahora el documento, Nagarra le contestó con su voz áspera y seca, «mira, para mi este certificado es mas falso que Judas. El teléfono que me aconsejas llamar comienza con 89 y la consulta está hasta Miraflores. Aquí hay sólo dos cosas que podemos hacer, o voy personalmente hasta la dirección que aparece en el certificado y aclaro lo que aquí dice con el doctor o nos olvidamos del certificado y ahora mismo se te hace una evaluación y se decide si estás o no en condiciones físicas de integrar a la clase» . Paul, todo abochornado, miraba hacia el suelo sin responder. El viejo Nagarra le dijo en forma enérgica entonces que una falsificación de este tipo era un delito grave y que de reportarse le traería muchísimos problemas tanto académicos como disciplinarios. Paul entonces levantando la vista le dijo con la vos media entrecortada «que él no quería problemas, que se olvidara del certificado y le hiciera la evaluación». El Almirante le aclaró entonces que este examen físico vendría acompañada de una lección en honestidad y rectitud que esperaba le sirviera toda su vida, que ahora se desnudara cerca del arco y avanzara hacia el centro del gimnasio para su evaluación. Paul preguntó tímidamente si podía hacérsele la revisión vestido como estaba, ya que de otra forma se podría sentir incómodo enfrente de tantos chicos. El viejo le respondió furioso entonces «que eso era lo último que faltaba, sentirse incómodo y todavía entre puros chavos». Agregando luego, » además que se cree usted, que yo o sus compañeros tenemos ojos biónicos para evaluarlo vestido así como está en ropas de calle». Le ordenó entonces desvestirse en seguida que ya casi se había ido la mitad de la clase. Yo, por mi parte, debo confesar que secretamente admiro un buen físico masculino y este muchacho, alto y apuesto, con cara de querubín y de pelo rubio-castaño, me había intrigado desde que lo había visto entrar por vez primera a la clase. Ahora desde el semi-círculo donde estabamos todos sentados, podría clavarle la mirada sin miedo y observarlo a mis anchas.
Sólo en unos calzoncillos blancos y apretados Paul avanzó hacia nosotros. Su cuerpo de atleta casi sin bellos era muscular y hermoso , mostrando bajo el slip su bulto de hombría que se me figuraba harto grande por el tamaño del paquete . Nagarra al verlo ya de cerca le dijo que su cuerpo se veía sano y bien formado, que porque diablos estaba falsificando documentos , que el realmente no entendía que pinche miedo podía con su buen físico tener a su clase o a compartir con los otros muchachos. El chavo todo nervioso y lleno de verguenza alzó entonces la vista hacia nosotros y luego dirigiéndose al viejo sólo dijo «que no, que no era por nada» El Almirante exclamó entonces, «mira por nada nadie hace nada». Déjame decirte, continuó Nagarra, «que ya nos tienes harto con todas tus mentiras y evasivas a si es que te vas a dirigir a mi y a tus compañeros ahora mismo y nos vas a contar a todos que diablos te tiene tan incómodo» . El muchacho tensando su cuerpo y mirando todavía hacia abajo simplemente repitió que no sabía. Nagarra dijo entonces, «bueno si no sabes tú que te pasa, lo tendremos que averiguar nosotros, pero primero vas a dejar todos esos complejitos y niñerías a un lado, que aquí en mi clase no hay hembras que te estén observando, ni nadie peor o mejor que el otro». Le ordenó entonces caminar hasta el arco y devolverse con paso lento y pausado. El muchacho avanzando con sólo sus slip puestos me tenía super excitado, sobre todo al verlo tensar su cuerpo musculoso y perfecto con cada paso que daba . Yo sabía, sin embargo, que era mejor controlar muy bien mi excitación, mas aun conociendo al Almirante quien en cualquier momento, podía hacernos levantar de un brinco e iniciar la clase. Al llegar al arco, Nagarra se dirigió a Paul nuevamente, diciéndole que » pies planos definitivamente no tenía, y que su espalda hasta donde podía observar no presentaba curvatura o desviación alguna». Para mi deleite, entonces, le dio orden al muchacho de repetir la caminata pero esta vez sin calzoncillos y mas relajado para darle el alta y poder así comenzar su clase. Paul, todo confundido, dijo entonces medio tartamudeando que el problema lumbar había sido todo un invento y que físicamente estaba en perfectas condiciones y que le permitiera conservar sus slips. El almirante, al oír esto, enrojeciendo le lanzó su poderoso vozarrón, esta vez gritándole que hasta cuando iba a tener que tolerar él o sus compañeros todas sus mentiras y ahora sus vergüenzas de colegial primario. Que supiera que todos en su clase estabamos construidos iguales, con los mismos pinches órganos como se lo demostraría de una vez por todas. Dirigiéndose entonces a nuestro grupo gritó, «necesito de inmediato tres voluntarios que le demuestren ahora a su nuevo amigo que en mi clase somos todos bien hombrecitos, del mismo bando y equipo, y que ese tipo de inseguridades y niñerías aquí no existen». Antes que yo pudiera reaccionar nuestro capitán del equipo Tom , un muchacho alto y corpulento, se había ya levantado sonriendo junto a dos de sus amigos para ayudar al Almirante en la demostración. Nagarra secamente les dijo entonces si tenían algún problema en desnudarse por algunos minutos. Tom todavía sonriendo y hablando por él y sus amigos quienes parecían también muy divertidos, dijo: «ninguno señor, pero pónganos ya en movimiento que hace un frío de madre para estar así de quietos y todavía en bolas». Dicho esto, nuestro capitán sacándose la camiseta por los hombros, se bajó shorts y slips a un tiempo, quedando éstos en las tablas enredados junto a calcetines y zapatillas. Los otros dos apuestos muchachos imitaron rápidamente a su capitán, y en cuestión de segundos estaban estos tres magnificos atletas desnudos de pie a cabeza , enseñando con orgullo sus musculosas y bien formadas anatomías. Para mi era una visión deliciosa sobre todo tomando en cuenta que en las duchas a penas si podía arriesgarme a echarles una rápida mirada y no por mas de un par de segundos a la vez. Ahora, con todo el grupo observándolos, podía estudiarlos detenidamente y sin temor alguno. Nagarra se dirigió nuevamente a Paul, quien todavía en calzoncillos y de pie, parecía ahora como hipnotizado, con la mirada fija en estos tres magníficos ejemplares, sobre todo en el área de sus sexos, donde estaban realmente bien dotados. «Como ve, dijo el almirante, la única diferencia física que se observa entre estos tres muchachos es que Tom es circuncidado y los otros están tal cual como nacieron, al natural. Si ese es su temor o verguenza, déjeme decirle que aquí nadie le da importancia o se anda fijando en esas pendejadas. Por lo demás, el Almirante continuó, » si observa a los chavos que tiene al frente verá que están todos hechos como en serie y que sin ropas, lo único que realmente los distingue son las caras». Diciendo esto, Nagarra, les dio la orden de voltearse y al hacerlo quedaron a la vista sus anchas espaldas y sus musculosas y bien formadas nalgas. «Como ve, prosiguió el Almirante, ni un adivino podría distinguir mirándolos ahora por detrás quien es quien», y sonriendo agregó,» así vistos, parecen en realidad trillizos». Fijando entonces nuevamente su vista en Paul agregó con dureza, «pero en la resistencia física, allí si hay diferencias dependiendo del estado físico de cada chavo». «Al piso», fue entonces la orden que le dio a los tres voluntarios, «boca abajo, piernas extendidas y abiertas, y a echarse 25 lagartijas para terminar de una vez con el pinche frío». Los muchachos, ahora, de cara al piso y extendiendo sus piernas fuertes y bien moldeadas, bajaban y subían con gran entusiasmo sus desnudos traseros mientras el Almirante llevaba en voz alta la cuenta. Al encontrarse los tres chavos de espaldas a nosotros y con las piernas separadas quedaban al descubierto las partes mas secretas de sus gloriosas anatomías, mostrando todos ellos algo de bello en la partidura y bastante en la base de los sacos. Por un momento observé a Paul, quien ahora mantenía clavada su mirada en las áreas mas intimas de estos hermosos chavos, siguiendo como hipnotizado el bailoteo de sus órganos y sacos que libremente les colgaban por detrás en su prisa por terminar los ejercicios pedidos. Al finalizar y mientras los tres muchachos se ponían de pie sin mostrar cansancio o verguenza alguna, el Almirante se volvió hacia Paul diciéndole «que ahora era su turno para mostrar que si tenia huevos y terminar su evaluación».

Agregó que «debía aprender que en su clase estabamos para trabajar duro y con entusiasmo y no para estar perdiendo el tiempo o haciendo payasadas como certificados falsos». Fue entonces que el propio Tom, dijo riendo en voz alta, «miren al nuevo chavo, parece que se ha super excitado viendonos ejercitar así en cueros». En efecto, ahora yo también podía observar la enorme erección del chaval que sus ajustados calzoncillos no ayudaban para nada a disimular. En el fondo lo compadecía porque debo reconocer que yo también lo tenía como sable después de aquella deliciosa demostración y en realidad la única diferencia entre nosotros era que yo permanecía sentado y él en exhibición. De todas formas, el Almirante pasando su severa mirada por la carpa que se le formaba por delante al muchacho le dijo «parece carajo que su problema no es timidez sino todo lo contrario», y luego elevando la voz exclamó, «póngase en posición firme iñor o cree que vino aqui a mi clase a ver un show de striptease y a excitarse», » y ustedes», dijo ahora mirando a los tres voluntarios,» vístanse antes que este pendejo se venga por todo el gimnasio». Hubo una risa general que Nagarra hizo de inmediato callar agregando que lo que pasaba no era en absoluto cómico y que el resto de la clase la dedicaría a darle una buena lección a este nuevo chavo y tratar de terminarle todas esas rarezas. Al oír esto último, me sentí obviamente mas relajado sabiendo que ya no tendría que controlarme tanto y que podría así gozar con mas confianza de este nuevo espectáculo. El Almirante le ordenó a Paul entonces, quien se mantenía en posición firme, saltar estirando cuerpo y brazos al máximo. Hubo una nueva riza general y pude ver entonces que todo el glande del muchacho se asomaba ahora por el borde de sus calzoncillos. Nagarra al ver esto último le dijo indignado, «parece que nada sirve para contener tu excitación, pero déjame decirte que aunque tengas la penca tiesa como madera yo voy a terminar tu evaluación y te advierto que no me hagas repetirte una orden dos veces porque ya te he perdido toda consideración». Le ordenó de este modo avanzar desnudo y lentamente hacia el arco y devolverse. El muchacho todo confundido se dio la vuelta y bajándose solo a medias los calzoncillos se dirigió hacia la pared opuesta. El Almirante exclamó indignado entonces, » y usted que se ha imaginado carajo que está en una sesión de striptease para caminar con la raja a medio cubrir, o nos ha creído aquí a todos maricones», agregando «que si no tomaba esta evaluación en serio lo haría pasar realmente un mal rato». El chaval aparentemente entendió el mensaje porque se bajó rápidamente sus slips y los tiró a un lado de cancha. Paul había comenzado a avanzar desnudo hacia el arco cuando Nagarra le ordenó detenerse esta vez diciéndole que «si se creía que por mostrar su culo, eso le daba el derecho a dejar sus ropas todas desparramadas por el gimnasio», que se devolviera a recoger sus pinches calzoncillos y los dejara junto al resto de sus ropas». De nada le sirvió retroceder de espaldas a la clase en busca de sus slips porque al llegar al arco Nagarra le dio orden de devolverse de frente con paso lento y relajado. El chavo todavía de espaldas y tensando las nalgas dijo que le daba verguenza que lo vieran así pero el fiero entrenador solo le contestó que obedeciera lo que se le ordenaba que ya los tenía a todos enardecidos. El muchacho, todo abochornado, avanzó entonces de frente hacia nosotros, mostrando una tremenda erección que le llegaba hasta casi el mismo ombligo. A pesar de lo incómodo que se sentía, Paul desnudo era realmente atractivo; muscular y rubio, y con un cuerpo delgado de surfista, casi sin bellos con excepción del que le adornaban su bello y enorme sexo. Al llegar a nuestra área con su mástil en alto, Nagarra bajando la mirada hacia los crecidos genitales del muchacho le preguntó molesto, «que diablos lo tenía así tan excitado, que esperaba que no fueran los culos de sus tres compañeros recién ejercitados». Paul, sólo dijo, mirando hacia abajo y con la cara roja por la verguenza, «que no, que no era eso, que eran los puros nervios los que le hacían tensar su instrumento y por eso se le paraba y lo tenía así de subido». Nagarra, dirigiéndose ahora a nosotros dijo, «cosa curiosa este muchacho, porque para mi que le debiera suceder lo contrario» y levantando entonces la vista preguntó al grupo, «qué le pasa a cualquier chavo cuando está nervioso ?» Tom, nuestro capitán, contestó riendo por todos, «mas bien se encoge en esos casos». Hubo una risa general y entonces el Almirante volviéndose hacia el confundido chavo dijo, «pero usted carnal parece tener sus reacciones y preferencias al revés aqui de todos», agregando entonces, «en puntillas devuélvase hasta el arco con brazos extendidos». Mas de 15 veces el fiero entrenador lo hizo recorrer el gimnasio, dándole con cada vuelta nuevas y mas estrictas instrucciones, «de caminar mas erguido, con los hombros hacia atrás y la cabeza mas en alto, incluso llegándole a decir que relajara mas el trasero, que parecía payaso apretando así las nalgas con cada paso que daba». En una de sus vueltas, ahora caminando sobre sus talones, el muchacho todo incómodo, lanzó una mirada hacia nuestro grupo pero Nagarra lo reprendió en el acto, diciéndole que «sostuviera la mirada en el frente y en nadie mas porque el era el examinado y no sus compañeros». Al fin le dijo, » déjame decirte que físicamente estás en perfectas condiciones y lo único que realmente necesitas ahora es bastante ejercicio y que se te haga sudar de veras». Eso es agregó Nagarra, «cansar el cuerpo en forma sana y vigorosa y encausar así mejor todo ese torrente de testosterona». «Al suelo, boca abajo , caramba», le ordenó, » posición de flexiones, culo y espaldas a la clase para que te concentres en lo que se te pide y no estés mirando lo que no te interesa». El chavo preguntó entonces casi en un murmullo, «si le permitiría salir del gimnasio por un momento para relajarse «. Nagarra le contestó entonces en tono de burla, » para relajarte, tu abuela. Sepa que a mi clase no ha venido para andar corriéndosela sino para trabajar duro y en serio, a si es que al piso y comience». El bello muchacho, al cumplir así con esta nueva orden, de cara al suelo, con piernas abiertas y extendidas, enseñaba ahora lo mas privado de su fabulosa anatomía, con su tieso miembro por delante y sus enormes bolas casi sin bellos colgándole libremente por detrás. Oí decir a un compañero sentado junto a mi entonces, «parece que ese huevón cuando se afeita no se detiene ni en su culo, miren hasta la raja la tiene rasurada el muy cabrón». Hubo otra risa general que Nagarra no hizo esta vez callar, ordenándole ahora al avergonzado muchacho acelerar mas el ritmo, advirtiéndole que » era la barbilla la que debía tocar las tablas y no los huevos o la penca». Mas de 35 veces sus bien formadas nalgas ascendieron y descendieron del piso mientras el implacable señor Nagarra seguía contando. En un instante que el traspirado muchacho decidió hacer una pausa y permanecer unos segundos boca abajo en el suelo, el vozarrón del Almirante se dejó rápidamente sentir, esta vez diciéndole, » vamos, vamos, ya deja de refregarte en las tablas y arriba nuevamente ese trasero que todavía te quedan varias por hacer». Hubo algunas risas en nuestro grupo que se hicieron generales al oír al señor Nagarra decirle ahora al chavo mientras este descendía al piso que «dejara de apretar los cachetes cada vez que tocaba las pinches tablas porque así mas parecía estar en casa de putas que en un gimnasio». Finalmente con el chavo estilando en sudor pero todavía todo erecto, Nagarra le ordenó incorporarse para comenzar los ejercicios de pie. El pobre muchacho saltaba ahora abriendo y cerrando simultáneamente piernas y brazos con gran dificultad por lo crecido y tieso de su instrumento. El sádico Nagarra lo dejó continuar de este modo por un tiempo, con el chavo agarrándose como podía al saltar para disminuir así su rígido movimiento. Finalmente el Almirante le dio la orden de detenerse, diciéndole que «con esa erección de elefante no podía ni debía continuar pero que tampoco esperara que se le diera ningún tipo de privacidad especial para desahogarse». «Que se encaramara sobre el potro de salto, sólo a pasos de nosotros, y que se liberara ya de una vez de toda esa pinche excitación». Para mi sorpresa Paul avanzó gustoso casi en línea recta a nosotros en dirección al potro y recostándose de boca sobre éste, comenzó a atracarlo con furia, propinándole tremendas envestidas al tiempo que contraía y relajaba con gran entusiasmo cada músculo de su exquisita y fuerte anatomía. Acelerando entonces el movimiento y apretando al máximo sus dos redondos y bien formados cachetes, el bello chavo comenzó a venirse con todo en medio de fuertes espasmos y roncos y profundos aullidos. Al terminar quiso ir por sus calzoncillos para usarlos como trapo pero Nagarra lo detuvo casi en el acto diciéndole » y ahora quiere también ensuciar su ropa, no señor. Limpie lo que desparramó con su propio cuerpo que de todas maneras ya lo trae bien inmundo». Paul terminó así limpiando el producto de su excitación con sus propias manos para luego secárselas refregándolas por todo el cuerpo y recomenzar una vez mas la tarea de buscar mas remanentes de su excitante venida. Cuando el chavo creyó haber terminado por fin su labor e incluso se dirigía ya hacia sus vestimentas, se oyó la áspera voz de Nagarra; «cuando haga un trabajo hágalo bien y no a medias.

Mire como todavía está de regado y mugroso allí abajo sobre la pata derecha del caballete». Paul descendió una vez mas hasta las mismas tablas próximas al potro e hincado sobre sus rodillas y en cuatro se hizo cargo de los últimos vestigios de su colosal orgasmo. El chavo ya se había incorporado restregándose las manos ahora por último en su propio trasero cuando Nagarra le habló informándole que la clase aun no había terminado y ahora que lo veía ya con su sexo mas liberado esperaba que si pudiera saltar, correr y ejercitarse con mas comodidad y energía. De esta forma lo mantuvo por los últimos 15 minutos en continuo movimiento, exigiéndole hacer todo tipo de extenuantes ejercicios que el chavo terminó cumpliendo solo gracias a su excelente estado físico. Faltaban ya sólo minutos para el término de la hora cuando el Almirante hizo detener al bello y sudoroso muchacho. Mirándolo directamente a los ojos le dijo, «todavía tenemos un problema mas que resolver antes de finalizar la sesión; «qué hacer con tu falsificación, me refiero al pinche certificado que hicistes». » Aquí, continuó el Almirante, es donde necesitas la verdadera lección» y entregándoselo al chavo le dio la orden de ponerse en posición firme y sostener así el papel. «Falsificaciones como estas, continuó Nagarra, no son para llevarlas orgullosamente en las manos, ni menos en las axilas», exclamó el Almirante al ver a Paul intentar ahora ponerse el certificado bajo el brazo. El muchacho preguntó entonces todavía estilando en sudor pero ya con voz mas segura, » ¿Y donde mas quiere que lo lleve entonces en la boca acaso, apretado entre los dientes ?. «Ni en la boca ni en los dientes» fue la respuesta inmediata del Almirante, «ni menos entre las rodillas señor» dijo Nagarra al verlo intentar hacer aquel movimiento. «Su gran lección será llevarlo hoy en su propio trasero que es el único lugar que se adecua para falsificaciones y pendejadas como esas». Agregando luego, » a marchar carajo, y apriete bien su retaguardia que si los suelta o los deja caer harto mal le puede ir.» Paul dudó por un momento si realmente debía cumplir con esta nueva e insólita orden pero finalmente doblándose introdujo el papel entre sus nalgas y comenzó de esta forma a marchar como soldado por los bordes del gimnasio. Confieso que ni yo pude mantenerme serio cuando Nagarra observando a nuestro chavo marchar así de espaldas le regañó diciéndole, «todavía se te asoma por entre los cachetes y te advierto que nadie quiere aqui ver ni un pedazo siquiera de tus pinches falsificaciones, así es que si no quieres tener problemas hazlo desaparecer ahí adentro como puedas.». Paul abriendo de par en par las piernas intentó hacer lo que se le pedía pero terminó el mismo diciendo en medio de grandes risotadas en nuestro grupo; «el mugroso papel que le hice es muy grueso y no me cabe». «Mejor que te cueste» fue la respuesta del Almirante, «así te sirva doblemente de lección». «Te advierto sin embargo, prosiguió Nagarra, que trozo que no desaparezca correrá el peligro de ser enseñado a la dirección de este establecimiento». Uno de los amigos sentado junto a Tom dijo riendo entonces, «si no le entra, mejor es que se lo saque y se lo coma». El Almirante, por primera vez esbozando una sonrisa exclamó, «de usted depende carnal que este incidente muera aqui o siga para arriba, así es que mejor acepte los consejos de su amigo y trágeselo como pueda». Paul terminó masticando parte de la hoja y escupiendo lo que no pudo pasar de su original falsificación. Nagarra dio entonces con su silbato por finalizada la clase diciéndole al chavo que esperaba que la lección de hoy lo enderezara un poco, enseñándole a ser mas honesto y al mismo tiempo mas disciplinado con su cuerpo y con sus descomedidos impulsos. «Recuerde, agregó el Almirante, que a mi clase todo muchacho asiste y trabaja duro y con seriedad y que todo lo que no es estrictamente ejercicio queda fuera del gimnasio». A continuación Nagarra dirigiéndose a nuestro capitán añadió «usted Tom muéstrele a su nuevo compañero donde están las regaderas y asegúrese que se de una ducha bien helada y con bastante jabón que de veras la necesita». Tom aceptó sonriendo la orden mientras el Almirante Nagarra dirigiéndose hacia la salida abandonaba finalmente el recinto. Ahora con los muchachos ya solos en el gimnasio se oyó la voz irritada de Lucas, protestando del por qué debía su mejor amigo acompañar a lavarse a «un pendejo que se excitaba viendo el culo de sus camaradas para luego ir y correrse delante de todos como una puta». Paul avanzando entonces hacia nosotros, con su instrumento ya flácido pero no por eso menos pequeño, exclamó en vos alta con la mirada dirigida principalmente a Tom y Lucas, «Si somos aqui todos iguales como el entrenador Nagarra afirma, entonces tampoco debiera ser secreto para nadie lo que me vieron hacer ahí en el potro». Luego hablando al grupo entero agregó, «yo se que ustedes todos lo han echo y todavía lo hacen y todo el tiempo». «Y tu Tom, continuó Paul, por muy campeón y capitán del equipo que seas, no me digas que no te la corres y bien seguido». Antes siquiera que nuestro capitán pudiera responder salía Lucas nuevamente en su defensa, «si, se la corre pero en privado y pensando en hembras y no sólo en pinches cabrones como lo haces tu». A esto Paul sólo respondió, «eso es lo que tu dices ahora que sea cierto, ese ya es otro cuento». «Miren, añadió nuestro nuevo compañero, reconozco que el castigo de hoy si me lo merecía por lo del certificado huevón, pero sepan que nunca he tenido ni un pinche miedo a trabajar duro en el gimnasio o en cualquier otro sitio, o a medirme con el cabrón que sea, aqui o allá afuera». Para mi sorpresa, el propio Tom intervino entonces en defensa del nuevo chavo diciendo mientras parecía admirar la asombrosa anatomía de su nuevo compañero, » no se puede negar que sí estas en buena forma y yo se, exclamó sonriendo, que un físico así no se logra pajeándose todo el día». «A propósito», dijo Tom entonces con una nueva sonrisa «mi nombre es Tom y soy por el momento y hasta que aparezca un chavo mejor el capitán de nuestro equipo». De esta forma, el humillante incidente quedaba ahora en el pasado y para mi total asombro, nuestro admirado capitán le daba la bienvenida oficial a la clase, pasándole incluso su propia camiseta para que Paul se la pusiera en la cintura mientras abandonaban el gimnasio rumbo a los camarines. Mi sorpresa fue todavía mayor al entrar en ellos y observar en el área de las duchas a ambos chavales jabonándose desnudos mientras conversaban animadamente de los distintos equipos de la temporada. Supe posteriormente que incluso Paul había tomado la dirección de Tom para medirse esa misma tarde en el aro del garaje de nuestro apuesto capitán.
Concluyo esta historia contándoles que como Paul con todos sus encantos me había dejado super excitado, tomé al día siguiente un bus que no me correspondía sólo para poder sentarme a su lado y platicar con él. Después de terminar hasta riéndonos por lo sucedido el día anterior en el gimnasio y de elogiarlo por su valentía con los otros chavos, lo invité a nadar a mi casa la tarde siguiente. Paul aceptó de inmediato esta invitación, sonriendo con su cara angelical que tanto me había atraído desde el primer momento. Grande fue mi asombro cuando lo vi llegar al otro día acompañado de Tom, quien enseñaba como siempre su sonrisa de niño travieso. Al observar que traía en su mano izquierda una tabla de madera sólida unida a un enorme mango de goma le pregunté la razón. Tom lanzando una mirada de complicidad hacia Paul sólo volvió a sonreír. Lo que sucedió esa tarde, es por supuesto, materia para otra historia.

Por rocio

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