Mi primo Luis

La sexualidad es algo que hay que cultivar, como cualquier otra faceta de nuestra vida, con el interés necesario para que nos ofrezca todo el gozo que de ella se puede obtener. Es necesario ponerle la sal y pimienta necesarias que le den el sabor alegre que deseamos de ella.

En una ocasión tuve que desplazarme, para realizar un curso de formación profesional, durante unos meses a una ciudad en la que vivían unos tíos míos. Quienes, como es natural en familias bien avenidas, me ofrecieron su casa para que residiese durante dicho periodo. Lo que me vino muy bien, no solo por los gastos que así evitaba, sino por la comodidad que ello representaba, teniendo en cuenta el horario lectivo era solo de cuatro horas de diarias, todas por la mañana, y no era cuestión de estar todo el día encerrada en una pensión, o de zascandileo por las calles sin rumbo fijo. Como es natural, correspondía a la amable invitación familiar colaborando en todo aquello que estaba a mi alcance, y lo hacia con agrado.

Mi primo Luis, hijo único de mis tíos, tenia de diecisiete años, me hacia mucha compañía. Era un chico majísimo, muy simpático y guapo -dicho sea de paso-, que me miraba a hurtadillas con ojos «picantones». Yo tenia, entonces, 25 y esa mirada despertaba cierta curiosidad en mi interior además de un cierto morbo.

Me gustaba juguetear con el disimuladamente, excitando su curiosidad.

Cuando limpiaba la mesa, con la blusa algo desabrochada, procuraba hacerlo frente a él, de modo que al inclinarme para pasar la bayeta, mi escote dejara ver el nacimiento de mis senos, que mas de una vez sorprendí mirando aunque simulara no haberme dado cuenta. O, si miraba alguna revista, que él leyese, por encima de su hombro, procuraba acercarme lo suficiente como para que percibiese mi perfume permitiendo también, de manera disimulada, que mis pechos le rozasen ligeramente. Otras veces, le pedía que me acercase algo para colocar en la estantería, estando yo sobre la escalera, simulando evitar que me viese las piernas al sujetarme, sin demasiado interés, con una mano, la falda. Y otras procuraba asomarme a la ventana de espaldas a él inclinándome para ver mejor lo que pasaba por debajo de ella, con la consiguiente elevación de mi falda.

Ese juego me divertía mucho, casi me excitaba. Y como es natural, mas que a mí, a él. Lo podía notar en sus miradas disimuladas, sus retiradas ojos, o los colores que de repente le aparecían en sus mejillas al sentirse sorprendido aunque yo tratase de simular que el hecho me había pasado desapercibido.

Una tarde, mientras yo limpiaba, él leía algo sentado en el sillón.

Uffff…. que calor -comente en voz alta a dirigida a mí misma-.

Si, lo hace – respondió él, al oírme-

Es que me estoy haciendo vieja. -dije entre risas, bromeando-

Exageras un poco, creo yo – comento sin dejar de leer-

Bueno, mas que tú si lo soy. – le respondí, halagada por su comentario, esperando una nueva respuesta tan agradable como la primera.-

Si, eso es cierto, pero…¿¡que más quisieran la mayoría de las mujeres?- me dijo, con cierto aturdimiento, satisfaciendo sobradamente mi intención al realizar aquel comentario.

Me reí abiertamente, animada y alegre por su afirmación, que me entusiasmó, despertando repentinamente esa picardía que me hacia juguetear con él.

¡Muchas gracias!, Caballero. Me encanta saber que me ves con tan buenos ojos, a pesar de nuestra diferencia de edad. – le dije sonriendo de manera pícara-. Pero creo que no tendré comparación con tus amigas, mas jóvenes.

A mí me parece que es lo contrario. -Dijo, animado por mi puntada, terminando de hacerme rebosar de contento, y provocando, ahora, una alegre carcajada a la vez que me acercaba a él bromeando, para sentarme en sus rodillas simulando naturalidad, a la vez que le hablaba.

¡Anda!!, Cuéntame eso, me encanta lo que me acabas de decir. ¿Es cierto, o, solo es una cortesía?.

Estaba sentada sobre sus rodillas, de lado, sonriendo alegre, con mi brazo alrededor de su cuello, mirándole desde arriba, mientras él con una mano en mi espalda, a la altura de mi cintura y la otra reposando sobre el faldón de mi bata, me devolvía la mirada, animado y desconcertado.

No, no es una cortesía… De verdad… Créeme… Eres una chica muy atractiva, mas que la mayoría.

¿Así que te gusto?. -Le dije, simulando no saberlo, tratando de llevar la conversación un poquito mas lejos.-

Él afirmo ante mi pregunta, provocando otra y otra, cada vez más sensual. De modo que al poco tiempo, su mano se había desplazado ligeramente desde mi falda, rozándome la piel de manera distraída.

No hice nada por reprimir el contacto y eso lo animó. Mientras me hablaba, rozaba sus dedos, sobre mi pierna. Al principio muy tenuemente, depuse de manera mas abierta, se dirigía a mí, balanceando su mano sobre el interior de mis muslos subiendo y bajando, pero ascendiendo cada vez mas, hasta que llego a rozarme las bragas.

Su cara estaba en ese momento muy cerca de la mía. Se aproximo un poco mas y yo le respondí, haciendo lo mismo, hasta que nos besamos fundiéndonos en una largo beso, tras un primero corto.

Su mano ahora, pasaba con presión sobre mis bragas, buscando al tacto mi raja, excitándome de modo que abrí un poco mis piernas para dejarle llegar mejor. Eso me hizo sentir sus dedos intensamente, que pasaron una y otra vez por ella haciendo que me humedeciese mas aún. Hasta que corriendo un poquito el tejido, me rozo directamente haciéndome suspirar por el placer que su mano me proporcionaba.

Estaba muy excitada, mi lengua estaba dentro de su boca, cuando la otra mano, en un escorzo se coló entre dos botones que me había conseguido desabrochar, y levantándome el sujetador, dejando un pecho libre, me pellizcaba el pezón haciéndole crecer y endureciéndolo.

Me deslizo desde sus piernas hasta el sillón, deshaciendo el nudo de brazos en el que estábamos y permitiendo mas libertad, sin dejar de tocarme en ningún momento. Lo que me dejó alargar la mano hasta su entrepierna, buscando el tacto de su erección.
La pase una y otra vez, reconociendo su excitación. De lado a lado, de arriba abajo, rodeando sobre la tela, y eso me éxito aun más. Así que tras desabrocharle la introduje bajo el pantalón sintiendo en ella la dureza que había alcanzado. Tire con la otra hacia debajo de su ropa y extraje al exterior su «palo» enorme. A lo que él respondió, bajándome las bragas abandonando las caricias por un momento, para reanudarlas de inmediato mas libremente. Pero esta vez desde la alfombra en el suelo.

Terminamos cruzándonos, el, boca arriba con la cabeza entre mis piernas que estaban de rodillas y yo, sobre el apoyada también en una mano, mientras la otra acariciaba su polla, que podía ver de cerca.

Mientras con una mano toqueteaba mis pezones saltando de uno en otro, la otra abría los labios de mi vulva en la que metía su lengua excitándome cada vez mas. Me tenia enloquecida. Flexione un poco mas las rodillas aproximándome para dar un poco mas de presión a sus caricias.

Baje mi boca y se rodee con mis labios tirando de su piel hacia abajo para descubrirle en glande por el que pase mi lengua. Noté como se tensaba elevando la pelvis a la vez que se le endurecía por momentos, dándome cuenta por ello que se encontraba al limite. Baje mi mano, y mientras con la lengua le rozaba el frenillo, le acaricié los testículos, que no te duros y contraídos.

No pudo aguantar, pues todos sus músculos se tensaron de repente, se arqueo, se le endureció aun más el ya crecido falo, y exploto en violentas convulsiones que noté entre mis labios, así como la expulsión consecuente, en los dos primeros espasmo, de leche que me alcanzo la garganta dejándome su agradable sabor salado en mis papilas. Después otro mas leve, otro y otro, para ir remitiendo en intensidad hasta diluirse. Momento en que se relajo quedando desmadejado.

Solo se tomo un respiro, para reanudar el trabajo del que se había distraído por un minuto, pues su lengua volvió a pasar entre los labios de mi vulva atrayendo nuevamente el gusto al que me había llegado a llevar.

Cerré los ojos, concentrándome en la terrible sensación que me estaba procurando, me abrí un poquito acoplándome para sentirla mejor. Después de un minuto tenía tal placer que jadeaba casi gritando, pués me recorría en progresivo crecimiento desde los labios al útero. La intensidad era tremenda. Me notaba incontrolada, con los muslos tensos, el vientre en contracciones involuntarias, el corazón palpitando desacompasádamente, los labios inflamados,

¡Sigue…sigue!, dame mas gusto, ¡sigue!!. – repetí durante un largo rato-

Hay que gusto!!. Luis. Hay que gusto!!!..- dije al final apretándome contra su boca mientras mi corrida alcanzaba su cima, acabando en un largo gemido. Para después dejarme caer extenuada sobre él en la postura en la que estábamos, quedando así un largo rato.

Me pareció en ese momento uno de los mejores orgasmos a los que había llegado.

Autor: sexy
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Por rocio

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