MI QUERIDO DOGO

Me llamo Ariana y quiero contarles la increíble experiencia que viví la otra tarde.

Tomé un largo baño, pasé jabón prolijamente por todo mi cuerpo, el agua estaba perfumada con sales y flores aromáticas, junto a la bañera tenía una copa de vino tinto y me relajé tanto que hasta creo que dormí un poco. Todo el tiempo del mundo estaba a mi disposición.

Salí, me sequé un poco con una toalla, fui hasta el dormitorio y me acosté boca arriba en mi ancha cama. Mi perro Godo, un dálmata precioso, estaba durmiendo hecho un ovillo a los pies de la cama, tiene esa costumbre y yo se lo permito. Desde que discutí con mi novio y dejamos de vernos, hace ya dos meses, es mi única compañía.
Me pasé crema por los hombros y los brazos. También por mis pechos generosos, y me provocó una deliciosa cosquilla el roce de mis propios dedos en los pezones. Reaccionaron de inmediato, se pusieron duros y largos. Los estuve observando un rato, dándoles golpecitos y acariciándolos con las uñas. Me gusta mi cuerpo, estoy muy conforme, me considero una chica muy atractiva.

En ese estado de bienestar que me había provocado seguí pasándome crema por el vientre chato y las piernas. Las abrí un poquito para encremarme el interior de los muslos, y mi placer aumentó. Desde que peleamos con mi novio no he tenido sexo, no por falta de oportunidades sino porque me sentía triste, y ahora me daba cuenta que llevaba ya demasiado tiempo sin experimentar esa hermosa sensación.
Me acaricié sensualmente, todavía no me decidía a masturbarme. La vagina se me puso gorda, los labios se hincharon y comencé a lubricarme con jugos. Pensé en el último polvo que había disfrutado con mi novio Sebastián, cerré los ojos, en el dormitorio flotaba el aroma sensual de las sales de baño, de la crema y el de mi propio sexo excitado.

Estaba relajada y con mi temperatura subiendo cuando sentí una presencia entre mis piernas. Asustada abrí los ojos y descubrí que Godo estaba olfateando mi vagina. Me quedé inmóvil, sin saber qué hacer. Lo único que faltaba es que al perro se le ocurriera morderme justo allí. Pero a cambio de eso, sacó tímidamente su lengua y me dio un lambetazo. Fue como recibir una descarga eléctrica de placer.

-Godo qué hacés, no, no, no.
Riendo para ocultar mis nervios y mi excitación, tomé la cabezota del perro y lo atraje sobre mí.

-Sos un chico muy travieso, eso no se hace.
Godo me respondió lamiéndome la cara y yo me reí más. Después giró un poco su cabeza, me pasó la lengua por las tetas y los pezones y ya no reí más, sofocada por la excitación.

-No Godo, ¿qué estás haciendo?
Tal vez atraído por el sabor de la crema, o de las sales, o vaya a saber qué, el animal siguió dando grandes lenguetazos en mis pechos. Por más que yo lo tomaba de la cabeza y trataba de retirarlo, volvía una y otra vez.

-Godo no seas malo, portate bien.
Lo más inquietante sucedió luego. El perro estaba acostado completamente sobre mí, y sentí claramente que su pene rozaba mi vagina. Lo miré y observé que la punta roja le asomaba y se frotaba contra mis labios.

Muy nerviosa, pero también muy excitada, traté de salir de esa situación. Me puse a jugar con Dogo como otras veces, revolcándome en la cama con él. Claro que esta era la primera vez que lo hacía estando completamente desnuda.
Dogo es muy juguetón y se prestó más que entusiasmado. Saltamos y nos revolcamos en la cama, y yo estaba cada vez más excitada aunque trataba de olvidarme de eso. Esto es una locura, pensaba cada tanto para mis adentros, sin dejar de observar que el pene rojo de mi mascota le salía cada vez más afuera. Era más grande de lo que había imaginado, además le brotaba líquido, y me estaba mojando el cuerpo.

Por la dinámica del juego y los revolcones, en un momento quedé en cuatro patas. Dogo me montó desde atrás, calzó sus patas delanteras en mis caderas y empezó con los movimientos clásicos de los perros cuando tienen el coito, buscando ensartarme.

-Salí de acá, salí.

Grité asustada, y el perro se hizo a un lado. Pero no tardó en montarme de nuevo y agarrarme con más fuerza.

-Godo no por favor, esto es una locura. Bajate de la cama, andate.
Mis gestos no acompañaban mis palabras, porque yo estaba inmóvil. Hasta que sucedió: el pene ya enorme de mi perro encontró el hueco mojado de mi vagina y me penetró.

-Ahhhhhhh Godo que me hacés…
Mis gritos eran de asustada pero también de excitación. Apenas me tuvo ensartada, el perro empezó a moverse a toda velocidad, bombeándome de una manera que ningún hombre lo ha hecho jamás. Yo caminaba a cuatro patas por la cama, tratando de librarme, pero me tenía bien agarrada y no se salía de dentro de mí. Tomé sus patas delanteras para que no me lastimara con las uñas y lo dejé hacer.

Sentí que me estaba llenado por dentro, y cuando me metió también esa bola que se le forma en la base de la verga dí un aullido y tuve un orgasmo tremendo.
Creí que me desmayaba. No sé como lo hizo, pero Godo se dio la vuelta y quedé pegada contra su trasero. Permanecí inmóvil, porque el menor movimiento lo hacía gritar de dolor y a mí también. Estuve así casi diez minutos, sintiendo que el perro no terminaba nunca de vaciarse. Le salía líquido continuamente y me estaba llenando la concha hasta desbordarla. En esa situación tuve otro orgasmo, tan fuerte como el anterior.

Finalmente la bola se deshinchó y Dogo se salió de mí. Mi vagina era una fuente que escurría jugos al por mayor, toda la cama quedó mojada. Yo sentía fiebre de tanta excitación, la piel me ardía. El perro se acostó sobre uno de sus lados, la verga seguía enorme, roja, y él empezó a lamérsela.

Yo no pude resistir la tentación. Acariciándole la cabeza para que no se asustara, le pasé la lengua por su enorme instrumento. No tenía feo gusto, y el perro estaba tranquilo dejándome hacer. Abrí mi boca y me la tragué. La tuve aprisionada entre mis labios, la succioné… en definitiva le hice una mamada gloriosa.
Esa fue mi primera vez con un perro. Desde ese día me gusta andar desnuda por la casa con Dogo siguiéndome detrás, como a una perra en celo. Por su olfato, él percibe enseguida cuando estoy excitada y dispuesta a tener sexo. A mí se me hincha la vagina y me humedezco de sólo pensar en su verga gruesa, roja, larga, y en la cantidad de semen que es capaz de darme.

Ah, y a mi novio nunca más lo he vuelto a ver.

Por rocio

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