Antonella se baja de un coche con una botella de tequila caro en la mano. «Me la ha regalado un cliente», señala orgullosa mientras arroja un preservativo envuelto en papel al interior de una bolsa de basura que ella misma ha atado a un árbol. «Queremos que la calle esté limpia», explica la mujer transexual, que asevera que lleva ejerciendo la prostitución en España de manera voluntaria desde que llegó de Ecuador hace 15 años. «Y no, no era menor de edad cuando empecé», advierte sin que se le pregunte por el tema en una calle del Polígono Marconi, uno de los mayores focos de prostitución de Europa.
«Soy puta porque me encanta este trabajo. Siento que tengo más libertad que si trabajara para un empresario y de alguna manera tengo que pagar el alquiler y las facturas», confiesa con una amplia sonrisa la meretriz, que forma parte de la Asociación Feminista de Trabajadoras del Sexo (Afemtras).
Se trata de un colectivo con un mes de vida compuesto mayoritariamente por transexuales que pide normalizar y regular la prostitución «como un trabajo más. Sabemos que debemos cumplir unas obligaciones, pero también queremos darnos de alta en la seguridad social, si queremos irnos un mes de vacaciones, tenerlo pagado, si nos queremos jubilar, poder jubilarnos, tener sanidad…lo mismo que cualquier otro ciudadano», explica.
Ella cobra por servicio unos 20 euros, unos 1.000 euros al mes, y nunca se ha planteado trabajar de otra cosa. Ejerce en la zona del polígono más próxima a la Colonia Marconi, la zona residencial al Sur del distrito de Villaverde donde trabajan sobre todo transexuales. Sin embargo, es en el Polígono del Gato, junto al antiguo casco histórico de Villaverde y el barrio de San Andrés, donde se concentran casi todas las prostitutas.
En esta zona el paisaje cambia y se observa un fuerte trasiego de vehículos, de los que continuamente entran y salen las mujeres. Muchas de ellas están semidesnudas y algunas preparan hogueras para calentarse en medio de las aceras. La Policía y las ONG que trabajan en la zona consideran que la mayoría son víctimas de trata que se prostituyen obligadas por las mafias.
«Nadie te va a reconocer que es víctima de trata jamás y lo que intentan es no hablar contigo, pero te vas dando cuenta de que lo son. Me da pena por las mujeres que no lo hacen por su propia voluntad, pero muchas sí que lo hacemos y la trata nunca va a dejar de existir», argumenta Antonella, que arroja una lanza a favor de las últimas. «Muchas mujeres han perdido su trabajo, no tienen para pagar la casa o dar de comer a sus hijos y se han visto obligadas a prostituirse. Y, ¡olé! por ellas, que han tenido el coraje».
Las integrantes de Afemtras se reunieron hace varias semanas con la concejal de Equidad, Derechos Sociales y Empleo, Marta Higueras, y con el concejal de Villaverde, Guillermo Zapata, para explicarles que querían mejorar la convivencia con vecinos y empresarios, manteniendo limpias las calles y llevando un «vestuario adecuado».
Las meretrices les propusieron que buscase un espacio donde poder ejercer sin molestar ni ser molestadas. «Marta Higueras fue fría y no nos dio esperanza alguna. Zapata se portó muy bien, se mostró cercano y nos dijo que hablaría con los empresarios y los vecinos para ver qué se podía hacer».
Los vecinos y los comerciantes de Marconi no ven las cosas como Antonella. Para la presidenta de la Asociación de Vecinos Resina, Mabel Díaz, la «suciedad, inseguridad y el espectáculo por la calle» son el pan de cada día. «Desde la ventana, el autobús o el centro cultural se las ve haciendo sus necesidades y ofreciendo sus servicios». Sin embargo reconoce que desde que se aplica la Ley de Seguridad Ciudadana, que entró en vigor el pasado 1 de julio, «hay muy poquitas dentro de la zona residencial y nunca dentro de la colonia; la zona más afectada es la del Gato». Díaz asegura que no es partidaria de la abolición, pero tampoco de la regulación. «Se debería de abrir el debate sin hipocresía y alcanzar un punto medio».
Para Eladio Díez, secretario de la Asociación de Empresarios de Villaverde (AEVI), la prostitución en el polígono «es una ruina» para cualquier negocio que se instale allí. «Imagina que cuando viene un proveedor o un cliente hay un espectáculo dentro de un coche o una transexual masturbándose en la puerta». Díez también explica que «es imposible que en Marconi haya empresas con ambiente femenino» porque se sienten inseguras, ya que «los clientes las abordan pensando que son prostitutas». «Tenemos uno de los distritos con más paro de Madrid pese a tener el parque empresarial más grande».
Hace dos semanas el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, señaló que, desde que entró en vigor la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como Ley mordaza, «se han recibido un total de 300 denuncias a clientes y se han iniciado 240 expedientes de sanción, ninguno a prostitutas». Las multas van desde los 601 a los 30.000 euros para los clientes y de los 100 a los 600 para las prostitutas, de las que se estima, en España entre el 80% y el 90% ejercen obligadas.
La portavoz de Afemtras, Ninfa, no se cree estos datos y denuncia que la policía sí multa a las prostitutas. Además se pregunta: «¿Qué hace el Gobierno por las víctimas?, ¿las está indemnizando?, ¿qué ley se les aplica?, ¿la de extranjería y las mandan a su país?, ¿a cuántas está dando asilo?».