Una vecina cariñosa

Tenía yo entonces 24 años. Siempre
me había fijado en las mujeres maduras a
las que admiraba por
su cuerpo suntuoso al mas puro estilo de la pintura flamenca. Mi vecina
Amalia era una de ellas,
y estaba dotada de un cuerpo que parecía la imagen de la diosa de la

fertilidad, con unas tetas
grandes, caderas anchas y un culo precioso. Siempre que había coincidido
con
ella se había
mostrado muy cariñosa conmigo.


En una ocasión, me la encontré en el portal de casa descargando
las bolsas
de la compra, mientras
su marido, sin bajarse del coche, esperó a que Amalia acabara de descargar

el coche para
marcharse. Tan cariñosa como siempre ella me saludó, y yo le correspondí
con
una sonrisa y me
ofrecí para ayudarla a llevar las bolsas hasta la puerta de su casa.
Metimos
todas las bolsas en
el ascensor, quedando un espacio muy ajustado para que entráramos los
dos,
pero los dos pusimos
mucha voluntad. Allí dentro el roce era inevitable y estábamos
con un cuerpo pegado al otro.
Notaba su aliento en mi cuello, y me invadió la dulce fragancia que ella

desprendía. La
excitación que sentí fue tanta que me empalmé rápidamente,
cosa que me
violentó muchísimo,
porqué ella soltó una sutil sonrisa. Ese día no pasó
nada más, salvo que al
llegar a casa tuve
que masturbarme pensando en ella. Ese día empezó mi obsesión
por ella.
Ella vivía justo debajo de mí, y si me asomaba por la ventana
del patio
interior podía ver su
tendedero, y mi tentación por conseguir una pieza de su ropa interior
era
superior a mi. Un día,
mi obsesión por ella hizo que no me lo pensara dos veces. Cuando miré
por la
ventana vi que
había tendidas unas preciosas braguitas de seda de color rosa. Até
una
percha de alambre a una
cuerda y empecé a soltarla hacia abajo. Fui bastante hábil, y
en un par de
minutos ya las tenía
bien cogidas para que no se cayeran. De un tirón saltaron las dos pinzas
que
las sujetaban y ya
eran mías!! Las cogí y las examiné detenidamente. El tacto
era muy sensual.
Me las llevé a la
nariz para olerlas, estaban perfumadas y hacían muy buen olor.

De repente

llamaron a la puerta,
escondí las bragas debajo de mi almohada y fuí a abrir. Me quedé
de piedra
cuando al abrir la
puerta me encontré de frente con Amalia. Intenté actuar con naturalidad,

pero mis palabras
titubearon al saludarla. Ella estaba sonriendo y me pidió un tazón
de arroz
y eso hizo
serenarme. Me preguntó como me iban los estudios mientras yo le llenaba
el
tazón, y le contesté
que estaba de exámenes y que por eso me había quedado el fin de
semana a
estudiar en vez de
bajar a Tarragona con toda la familia. Entonces ella se acercó hasta
la
cocina y me dijo que
ella también tenía que haber salido a comer con unas amigas, pero
que lo
había tenido que
cancelar porque las bragas que tenía que ponerse se las había
quitado yo.
Supongo que por los
nervios me puse a reír, y ella también lo hizo. – Entonces, ¿No
llevas nada
debajo de la falda?-
Le dije, y ella me contestó que no llevaba bragas. Ella me hizo una mirada

de complicidad y fui
a cerrar la puerta. Me acerqué a ella y la besé. Ella enredó
sus manos con
mi cabello y nos
besamos apasionadamente. De nuevo me empalmé, pero esta vez, en vez de

contestarme con una
sonrisa, llevó su mano a mi paquete y me desabrochó los pantalones,
yo le
correspondí
zambullendo mi mano debajo de su falda. Comprobé que efectivamente no

llevaba bragas al
encontrarme desnudas las nalgas de su culo. Después de acariciarlas
enérgicamente, deslicé mi
mano hacia su coño. Acaricié su monte de venus tan poblado de
pelos y
enseguida metí un par de
dedos dentro de su raja. estaba muy muy mojada, y me empapé los dedos
de sus
jugos vaginales
para llevármelos rápidamente a la boca. Mientras los estaba saboreando
me di
cuenta que ella no
había perdido el tiempo y se estaba ya metiendo mi polla erecta dentro
de la
boca. Su lengua
juguetona untó toda mi polla de saliva, y mientras yo le acariciaba la

cabeza ella empezó a
moverla hacia adelante y hacia atrás mientras miraba mi cara de placer.
Le
dije que fuéramos a
un sitio más cómodo, y ella me dijo que quería hacerlo
en el sofá del
comedor. la cogí de la
mano y la llevé hasta allí. Me bajé los pantalones y los
calzoncillos y me
senté. Amalia se
arremangó la falda y se montó sobre mí con los pies encima
del sofá y
agachada. con su mano
cogió mi polla y la condujo hasta su coño, entonces apretó
con fuerza y la
penetré. Amalia cerró
los ojos y suspiró profundamente. La agarré de las caderas y le
ayudaba a
subir para empujarla
después hacia abajo. Una y otra vez y cada vez más rápido.
Sus suspiros se
convirtieron en una
respiración fuerte y acelerada.

Debajo de su blusa notaba como sus tetas

botaban alocadamente.
Le desabroché la blusa frenéticamente mientras ella no paraba
de botar.
Tampoco llevaba
sujetador, tenía unas tetas grandes y preciosas. Las agarré con
las dos
manos y las aprisioné.
Tenía los pezones erectos, y acerqué mi cabeza para lamerlos y
luego
mordisquearlos ligeramente.
Ahora Amalia estaba más dilatada y yo la podía meter hasta el
fondo. Ella
tenía los ojos
cerrados y empezó a gemir a la vez que empujaba contra mi más
rápido y más
fuerte, yo en cambio,
no podía dejar de mirar ni un segundo su cara de placer. Parecía
absorta
pensando en lo que
tenía metido entre las piernas, así que la agarré de nuevo
de las caderas
para ayudarla a
conseguir su objetivo a la vez que arqueaba mi cuerpo tanto como podía
que
entrara aún mejor. Me
agarraba fuerte a ella para intentar contener mi placer que pronto sería

irremediable
reprimirlo. Cerré los ojos y noté como todo mi cuerpo vibraba.
Ella me
susurró que quería que me
corriera dentro de ella. Empezó a agitar su culo hacia un lado y hacia
otro,
haciendo que las
paredes cavernosas de su coño acariciaran el glande de mi polla de una
forma
deliciosa. Su cuerpo
se contorneaba encima de mi y me provocaba un placer muy intenso. Le advertí

que no tardaría en
correrme, y ella me dijo que también ella estaba a punto. Apoyé
mis manos
contra el sofá para
poder impulsarme y tirar hacia arriba a la vez que ella bajaba con fuerza.
Cada vez que
chocábamos, los dos soltábamos un grito conjunto que cada vez
se volvía más
fuerte y continuó,
entonces yo cerré los ojos y grité:-¡ Me coorrrrroooo!!!!-
Entonces ella se
aferró a mi mientras
yo eyaculaba toda mi leche dentro de ella. Nos quedamos un par de minutos
abrazados y sin
movernos, yo metido dentro de ella disfrutando del calor que sentía en
sus
entrañas.
Le ofrecí ducharse y ella me lo agradeció con un beso. Nos desnudamos
los
dos y nos metimos
juntos en la ducha. Con tanto ajetreo y frenesí no había podido
contemplar
detenidamente el
cuerpo que hacía tanto tiempo deseaba ver desnudo. Me quedé absorto

mirándola mientras se
enjabonaba y se me empalmó la verga de nuevo. Ella ahora también
parecía
complacida al
contemplarme desnudo, y me dijo que si aguantaba el tipo, ella tenia cuerda

para rato. Salimos
de la ducha, y sin apenas secarnos, nos dirigimos a la habitación de
mis
padres. Amalia se tumbó
en la cama y yo me puse de rodillas a su lado. Empecé a besarle en el
cuello
y subí después
hasta la oreja y le lamí el lóbulo. Me tumbé encima de
ella mientras ella
recorría todo mi
cuerpo con sus manos y me lo acariciaba.

Ella me dijo entre suspiros que
estaba muy excitada,
y yo le metí la lengua dentro de la oreja y empecé a contornearla
para
lamerle todo su interior,
entonces gimió y yo le susurré en la oreja si quería que
la follara yo esta
vez, y ella
dijo: -¡Siii, Siii, fóllame, cielo!!! Yo me puse de rodillas enfrente
suyo y
ella separó
ligeramente las piernas y me puso a mi entre ellas yo la agarré por la
parte
superior de los
muslos y le levanté un poco las piernas. Contemplé su preciosa
concha
abierta que estaba frente
a mi y arrastré su cuerpo hasta pegarlo a mi, entonces puse mi polla
erecta
y caliente entre
los labios de su coño. Empecé a menearme hacia adelante y hacia
atrás,
acariciando su clítoris
con el prepucio. Daba mucho gusto notar como mi polla se deslizaba y
resbalaba por su húmedo
coño y los labios acariciaban el glande de mi polla. Noté como
se le
hinchaba el clítoris y se
hacia grande, y entonces me ayudé con dos dedos para acariciarlo más

deprisa, ella mientras no
dejaba de mirarme mientras se acariciaba los pezones y soltaba resoplidos. Su

coño estaba a punto
de caramelo y estaba todo empapado, entonces le eché las piernas un poco

adelante y la penetré
hasta el fondo de golpe. Ella soltó un gemido y contrajo todos sus músculos,

y yo sacudía mis
caderas adelante y atrás, adelante y atrás, adelante y atrás…
No era fácil
llegar hasta el
fondo porqué ella cerraba mucho sus piernas, pero daba muchísimo
placer,
además ella cada vez
gemía más y más fuerte. Ella me rodeó con sus piernas
y me apretaba contra
ella, entonces yo
levanté las rodillas de la cama para poder empujar con más fuerza.
Se oía un
chasquido cada vez
que la penetraba porqué chocaban mis huevos con sus nalgas con fuerza.

Entonces su coño empezó a
palpitar y me dijo: -¡¡OOohhh, cielo. Me corrooooooo!!!- y luego
soltó un
grito apasionado. Yo
me tumbé encima de ella y nos abrazamos fuertemente. Su cuerpo se estremecía

y temblaba, y su
coño seguía palpitando todavía más fuerte con mi
polla dentro. Yo no paraba
de hacer el mete y
saca, mientras ella me decía: -Sigue, sigue…¡No te pares!!!-
Sin parar ni
un segundo, alenté
el ritmo para besarla y hacerle arrumacos. Ella me sonrió y me dijo que
era
increíble. Su cuerpo
dejó de estremecerse y yo volví a incorporarme para poder metérsela
mejor.
Ahora mi polla se
deslizaba muy suavemente por dentro de ella y yo me moría de placer.
Notaba
que no aguantaría
mucho más y aceleré de nuevo el ritmo condicionado por mi excitación.
La
agarraba por la cintura
y la empujaba fuertemente contra mi, entonces Amalia volvió a resoplar
y a
gemir mientras decía: -¡¡Más, más rápido…Más
rápido!!!!! Seguidamente
cerró los ojos y soltó un gemido eterno y profundo mientras su
coño volvía a
palpitar enérgicamente -AAAAAaaaaaaaaaaaaagggghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh…-
yo
empujaba fuertemente entre sus paredes cavernosas que se contraían
fuertemente para correrme a la vez que ella, y lo hice. En medio de su
orgasmo yo derramé todo mi semen dentro de ella. Me tumbé encima
de ella y
nos abrazamos fuertemente mientras nos revolcábamos hacia un lado y otro
de
la cama inmersos de placer.
Nos pasamos algunos minutos tumbados en la cama haciéndonos arrumacos
y
caricias. Los dos
coincidimos en que había estado genial, y después ella me confesó
que la
primera vez, a pesar
de haber estado muy bien, ella no había llegado, pero que había
disfrutado
mucho, pero que la
segunda vez era, con creces, el mejor polvo de su vida, o al menos que ella

pudiera recordar.
Yo también admití que no había sentido lo mismo con ninguna
de mis novias.

En las navidades del 2001 Amalia y su marido se fueron a vivir a Palma de
Mallorca y no sé si
nos volveremos a ver (por eso he decidido relatar algunas de mis
experiencias con ella y
compartirlo con todos de una forma anónima), pero durante estos dos últimos

años Amalia y yo
nos hicimos amantes y lo pasamos en grande siempre en una relación de

respeto, pasión y cariño.
Y si una cosa me enseñó Amalia, es que el sexo entre una mujer
madura y un
chico joven puede
ser la cosa más grande y placentera.

Por rocio

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