Hace algun tiempo para ir a trabajar viajaba en el metro. Mi trabajo se encontraba en el poniente de la cd. Es una cuestión de comodidad y de ahorro. Me permitía no tener que perder tiempo en buscar sitios para estacionarme y no gastar tanto en combustible. Me levantaba a las siete de la mañana, me duchaba y me vestía, desayunaba y me salia tranquilamente, sobre las siete de la mañana, para estar tranquilo en el andén, esperando a que llegara el vagón para subir.
El metro, a esas horas, es un pequeño caos controlado. Parece que casi todo el mundo comienza su jornada y en el anden, se ve gente de todo tipo: unos con caras soñolientas, algunos de malhumor, otros agrupados comentando la película del día anterior o el partido de fútbol. Hay estudiantes de camino a las universidades, ejecutivos con sus trajes y sus maletines, señoras con carritos de la compra, y un sin fin de personas, es una sensación curiosa, porque no conozco a nadie… y a la vez, los conozco a todos…
Cuando te subes al vagón, es difícil encontrar un sitio para sentarte e intentas acomodarte lo mejor posible sostenido a la barra que atraviesa el vagón por el techo. Con un Ipod, haces que los veinte minutos que dura el trayecto sean, por lo menos, algo amenos, y así, ahorrarte el concierto de susurros, toses o carraspeos propios de esas horas de la mañana. Y no miras a la gente directamente, a lo mejor a través de los reflejos de los cristales de las ventanillas.
Este ritual lo repetia todos los días de lunes a viernes. A veces, lo hacia algún sábado, pero la intensidad de esa experiencia no era la misma, porque no había tanta gente.
Habia un grupo de trabajadores de la construccion. El número varía según qué días, pero siempre son entre 4 y 6 personas. Siempre me los imagine viviendo todos en el mismo lugar y buscando algo de trabajo que les diera lo suficiente para poder comer. Si es esa la situación que tienen, nunca lo parecia, porque siempre estában de buen humor.
Otra de las personas con las que siempre coincidía, es un hombre mayor, de entre 65 y 70 años. Siempre vestido con un traje de tres piezas y lo acompañaba un bastón. Se vei solo y serio y esa seriedad, la hacia más evidente unas gafas de sol, que usa de forma perenne. Incluso, dentro del vagón del metro.
Y otra de las personas que siempre estaba, era una estudiante, pues siempre la veia con una carpeta pegada a su pecho. No más de veinte años. estatura media, pelo liso y negro, ojos grandes y labios gruesos. Le intuyo una sonrisa preciosa aunque nunca la vi sonreír. El cuerpo espectacular, con piernas hermosas, más evidentes cuando se viste con faldas cortas y calza tacones. Siempre, sin que se diera cuenta, la miraba todo lo que podia, porque era, con diferencia, lo mejor que veia en todo el día… Nunca tuve la oportunidad de coincidir cerca de ella en el vagón. Eso me haría el viaje más agradable. Casi siempre la pierdo en el caos que se produce en la entrada de unos y salida de otros…
La forma de empezar la mañana ese día no me hacía pensar que ocurriría algo distinto. Bajé al andén, el de todas las mañanas y esperé pacientemente a que llegara el tren. Y mientras, el andén se iba llenando de gente. Ese día, más de lo habitual.
El vagon que debia llevarme a mi trabajo llego, y una avalancha de gente se dirigió a las puertas de entrada, yo entre ellos. La pugna por subir era un poco más intensa. Nos juntamos con la gente que quiere salir. Se producen empujones y hay un momento en el que ya, dentro del vagón, quedamos todos como sardinas en lata, casi sin espacio para poder movernos. La marea de gente me balancea un poco. Estoy a punto de caerme y me agarro de la barra que hay en el techo para estabilizarme. Es cuando noto que alguien choca contra mi pecho y se queda allí. Como si hubiera encontrado su sitio. Subo la mirada y no lo puedo creer. Sólo su carpeta nos separa y veo que mira hacia abajo, como avergonzada y pidiendo disculpas por molestarme. Aunque no dice nada y por supuesto, no me molesta. Pelo negro, liso, camiseta muy estrecha con un suéter de punto por encima y minifalda tejana. Botas hasta las rodillas. Me fijo en todos los detalles. No le hace falta sujetarse a ningún lado porque la propia presión de la gente hace que no caiga. Queda justo enfrente de mí, y detrás de ella, el señor mayor que lucha por poder mantener el equilibrio y no perder su bastón. Las gafas de sol, inamovibles y su rostro… sin cambios visibles.
Se oye un pitido y las puertas del metro se cierran. Empezamos a movernos. El suave traqueteo del tren, hace que dé la sensación de que todos estemos siguiendo suavemente el ritmo de alguna música inaudible y yo, no puedo dejar de percibir que estoy en contacto con la chica con la que sueño todas las noches, aunque ella parece no darse cuenta de nada. En un momento del trayecto, ella quita la carpeta de su pecho.Yo me quedo inmóvil, con miedo de que cualquier movimiento que haga se interprete mal, pero el contacto, debido a la aglomeración de gente, es inevitable y una vez la carpeta deja de ser una barrera, no puedo evitar el roce de sus pechos apoyados contra el mío. Empiezo a tener calor.
Otra parada. Más gente dentro. Más juntos. Ahora, además de los pechos, noto sus piernas casi pegadas a las mías. Es imposible estar de otra manera. Y yo empiezo a tener más calor. Estoy a punto de pedirle una disculpa pero me quedo mudo. Parece que poner de manifiesto esta situación haría que pareciera más molesta. Así que prefiero no decir nada. Ella continúa mirando al suelo, como si allí hubiera algo muy interesante que observar.
En un momento inesperado, todos notamos como el tren empieza a perder velocidad de forma paulatina, hasta quedar totalmente parado en medio de un túnel. Las luces se apagan. Quedamos totalmente a oscuras y la gente empieza a gritar, unos de miedo, otros en tono de protesta, a alguno se le ocurre hacer una broma sobre esta situación. El caso es que estamos parados en medio de un túnel, totalmente a oscuras y sin posibilidad de movernos…
A los pocos minutos, desde megafonía, se escucha una voz pidiendo disculpas por el incidente y avisándonos que hay un fallo eléctrico y que permaneceremos parados y casi en penumbra unos minutos la luz que regresa es tenue, ya que son las luces de emergencia pero en el extremo del vagon en el que estamos la luz falla y la oscuridad reina. En el altavoz se escucha que breve estará subsanado y que disculpemos las molestias. Nos agradecen la colaboración de permanecer en orden.
Noto mi brazo, que ha estado todo el tiempo agarrado a la barra de arriba, cansado y puesto que no nos movemos, decido bajarlo para descansar. Al hacerlo, noto, en la oscuridad, que mi mano queda justo en la costura de la minifalda de la chica que tengo enfrente. Atrás, se produce un movimiento un poco brusco y ella es empujada hacia mí, un poco nada más. Mi mano, en el borde de la falda, queda dentro, con la palma apoyada en una de las partes internas de su muslo. No quiero moverme y a la vez, quiero retirarla como si quemara. Pero en ese momento, se me cruzan los cables y protegido por la penumbra, en vez de retirar la mano de donde está, lo que hago es subirla un poco por el muslo, haciendo que el borde de la falda tropiece con mi antebrazo y la suba un poco. Ella no se mueve y yo, no me puedo creer lo que estoy haciendo. Es una situación que da miedo pero que a la vez me excita brutalmente. Noto la piel caliente de su muslo sobre mi mano y envalentonado por el resultado del primer intento, subo un poco más la mano y tropiezo con la pieza de ropa interior que lleva.
Se produce, desde atrás, otro pequeño empujón, que hace que se acerque más a mí y mi mano no tiene más remedio que posarse entre sus piernas. Ahora noto toda la superficie del tanga en mis dedos y sin pensármelo dos veces, empiezo a hacer un movimiento muy lento, acariciando por encima de la tela…es un movimiento casi imperceptible, pero firme. Me atrevo a presionar un poco. Ella sigue sin moverse y empiezo a tener una erección espectacular que sin duda, ella está notando en su vientre. Mis dedos, empiezan a hacer movimientos circulares y la tela empieza a molestarme, estoy lanzado y no calibro las consecuencias que podría tener que en ese momento, me soltara un bofetón o se pusiera a gritar. Pero estoy cegado. Mi pene esta totalmente en contacto con la falda que lleva. Lo tiene que notar. No es posible que no se dé cuenta. Estoy perdido, como si me hubiera tirado por un tobogán y no pudiera o no quisiera frenar. Excitado como estoy, me atrevo a retirar el pedazo de tela que me molesta y a buscar con mis dedos su clítoris, quiero acariciarlo, es una prioridad. Es, en ese momento, cuando ella se mueve, y lo hace para tomar con sus manos mi brazo, el mismo con el que estoy explorando debajo de su falda. Pero no me lo retira, solo se aferra a él. Como si necesitara un lugar donde agarrarse. Localizo el clítoris y empiezo a acariciarlo con dos de mis dedos. En círculos, en línea, recorriéndolo todo.
Ella recibe otro empujón desde atrás, porque cada vez la tengo más cerca. Descaradamente le subo la falda y meto bajo la tanga mi mano. Con una mano, empiezo a recorrer todo lo que me deja libre y con la otra, bajo el zipper del pantalon y dejo mi miembro fuera. No puedo dejar de mover mis dedos en su entrepierna… Ella recarga su carpeta sobre uno de mis brazos con ese mismo brazo de sujeta a el y su otra mano se dirige a mi pene, aunque estoy deseando que me masturbe, solo lo roza, lo acaricia. Abajo, empieza a estar húmedo y es entonces, cuando introduzco un dedo… entra como la seda… ella empieza a mover sus caderas, al principio con movimientos cortos y lentos. Luego un poco más rápidos. Introduzco un segundo dedo. Y sigo moviendo. Ella sigue el compás, y me doy cuenta que otro aprovecha detras de ella para deleitarse con su cuerpo y sigue con los empujoncitos y hace que no llegue a llevar bien el ritmo. Su mano aprieta mi brazo un poco más. Con mi mano libre, le levanto la falda y meto mi pene entre sus piernas. Empiezo a moverme. Introduzco un tercer dedo… entro y salgo con fuerza…
Empiezo a notar que a ella, le resulta difícil seguir el ritmo aunque, igualmente, también noto que está muy excitada… mueve las caderas hacia adelante buscando mis dedos y de pronto hacia atrás, como si no quisiera seguir con eso. Saco los dedos e intento acariciar un poco más. Estoy a punto de venirme… y es entonces, cuando siento que algo raro está pasando… acaricio su clítoris, introduzco un dedo y los otros, buscan el resto de su sexo cuando confirmo que por detrás, alguien esta haciendo lo que yo por delante. Y no puede ser nadie más que el abuelito cabrón. Sin ningún tipo de remordimiento, está introduciendo su dedo -que yo imagino un poco deformado por la edad y grueso, de trabajar con sus manos- por el culo de la chica…y ya lleva un buen rato… por eso ella tiraba hacia atrás también. La mezcla de asombro y excitación hace que eyacule inmediatamente en las piernas de la chica y continúe, estupefacto, introduciendo mi dedo en ella…
En el momento, efectúo mi disparo y al notar el calor en su entrepierna, sube la cabeza apoyándola en mi hombro…y me muerde… me muerde lo justo, para ahogar el grito que quiere dar mientras llega a un orgasmo largo e intenso…
El metro empieza a moverse de nuevo. En la oscuridad se producen cambios de gente y movimientos bruscos…Yo aprovecho para regresar el zipper del pantalon a su lugar. Las luces se encienden y a mi lado, está uno de los constructores que se va hacia la obra. A la chica, la vislumbro en el otro lado del vagón, cerca de la puerta de salida. Del abuelo, ni rastro.
Me quedo perplejo. Llego mi parada y me voy al trabajo. Todavía tengo su olor en mí.
Cambie de trabajo, no he vuelto a ver ni a la chica, ni al abuelo. Creo que empezaré a coger el coche.