Amante Plástica

Cuando cumplí 17 años, me
sentía algo triste, pues mi

hermano mayor estaba de viaje por Nueva York y no

podría estar conmigo en mi cumpleaños, en la mañana me

llegó su regalo por correo, era una caja algo grande y

marrón, en la tarjeta de felicitación anexa, me dijo

que lo abriera cuando estuviera solo.

Tenía mucha curiosidad, así
que me encerré en mi

cuarto con la excusa de que iba a hablar por teléfono,

pero en realidad fui a abrir mi regalo, abrí la caja,

que estaba llena de papelillos y esas cosas, la vacié

y encontré un paquete plástico, parecía una pelota

desinflada, comencé a desdoblarla, tenía una tarjeta

que decía, «Ja ja ja, Disfrútala hermanito».


Mi hermano siempre me fastidiaba cuando era
pequeño

diciéndome que me iba a comprar una muñeca sexual,

pero no creí que lo hiciera, al principio me pareció

estúpido cojerme a una muñeca de plástico cuando ya lo

había hecho con mujeres de verdad, pero luego me dió

curiosidad, algunos de mis amigos lo habían hecho y

decían que era chévere.


Comencé a inflarla y empezó
a tomar forma, era rubia,

ojos azules, labios carnosos, unos melones prominentes

y tremendas curvas, tenía la boca abierta para fines

obvios, al igual que unas estrechas ranuras en su

vagina y su culito, llevaba una pequeña ropa interior

roja con encajes.


Al terminar de inflarla, ya tenía mi
güevo bien

parado, me parecía tan sádica la idea que me excitaba,

comencé a manosear su plástica piel y a besar y chupar

sus suaves labios plásticos, comencé a hurgar con mi

lengua en la abertura de su boca, lo que me dejaba un

extraño sabor en la boca, como a goma de borrar.


Metí mi mano bajo su pequeño
hilo dental e introduje

mi dedo medio en la estrecha ranura de su vagina,

sentí como el mecanismo interior de la muñeca

succionaba mi dedo mientras emitía un gemido

evidentemente grabado y repetitivo, le quité el sostén

y comencé a chupar sus duros pezones de plástico, metí

su inflada mano bajo mis pantalones y comencé a

sobarme con ella.


Ya me estaba poniendo caliente, más
que una muñeca,

parecía una nena sumisa y complaciente a todos mis

deseos, me quité la camisa y me bajé los pantalones,

me senté al borde de la cama y puse a la muñeca en

posición para poder meterle mi tieso aparato en su

boca, así lo hice y comencé a moverle la cabeza para

simular una mamada.


Siguió «mamándome»
el güevo por un rato, luego leí

las instrucciones, en las que decía que antes de

penetrar vaginal o analmente a «Susie» tenía que

lubricarme la paloma con algún tipo de gel o crema

para evitar que se rompiera por el roce, saqué el pote

de vaselina de mi armario, terminé de desnudarme, ya

me encontraba a millón, la tire en la cama y comencé a

cubrir toda la longitud de mi virilidad (22 cm) con la

crema.


Me acosté sobre ella y me acomodé
entre sus piernas,

hizo un molesto sonido cuando me acomodaba, como no

quería que nadie oyera desde afuera, encendí mi equipo

y puse rock con el volumen bien alto, terminé de

acomodarme, me arrodillé entre sus rodillas, puse una

de mis manos en su cintura y con la otra dirigía mi

duro pene a su cuquita.


Comencé a meterle la cabecita, luego
de un solo

empujón terminé de envainarle completamente mi

machete, comenzó a emitir su gemido electrónico y

programado, tenía un mecanismo en su vagina que

imitaba una cuca de verdad, era cálido, húmedo y

absorbía lentamente mi miembro, como si me estuviera

haciendo la paja.


Puse sus piernas sobre mis hombros y comencé
a

embestirla, me gustaba ver como saltaba todo su

inflado cuerpo cuando la penetraba brutalmente, seguí

clavándola sin piedad mientras manoseaba lascivamente

sus senos, el mecanismo vaginal era muy efectivo, me

tenía en la cúspide del placer, casi me hace venirme,

así que me aguanté y se lo saqué, pues quería probar

ese culito.


La enorme erección que tenía
me hacía sentir una gran

presión en mi verga y en mis bolas, además de una

calentura en todo el cuerpo y el típico zumbido en los

oídos. La acosté boca abajo, la puse en una posición

que siempre había querido hacerle a una mujer pero

ni siquiera me atrevía a proponérselo.


Me acosté sobre ella, con una mano
sujetaba las suyas

que estaban amarradas y con la otra la halaba del

cabello haciéndola voltear la cabeza hacia mi, me

lubriqué el güevo con mis propios líquidos

preseminales y se lo introduje todo en su pequeño

culo, era mas rico cojérmela así, pues la tenía

inmovilizada, casi obligada, además la abertura de su

culo era mas estrecha y áspera, lo que me daba mas

placer.


Seguí cabalgándola salvajemente,
oía el sonido sordo

de mi cuerpo sudado rozando el plástico, sus gemidos

falsos y el rock a todo volumen, ya estaba llegando al

final, sentí el semen subiendo desde mis bolas y el

acostumbrado escalofrío general, traté de aguantarme

pero no pude, acabé llenándole todo su culo plástico

con mi leche blanca y caliente.


Quedé agotado y sudado sobre ella,
cuando pude

recuperarme me dio risa ver la muñeca ahí toda llena

de sudor y semen tirada en la cama, la limpié un poco

y la desinflé para guardarla, después de cojérmela no

me pareció tan estúpida la idea de hacerlo con una

muñeca sexual, la guardé en su caja y la metí bajo la

cama, a lo mejor otro día me daban ganas de culiármela

otra vez.

Por rocio

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