Kazantip, una isla de Ucrania, se convierte una vez al año en una república independiente y se abandona a los placeres del sexo, el alcohol y la música electrónica. Las playas del Mar Negro se llenan de rusos mafiosos y mujeres en topless. Cientos de personas viajan Moscú, San Petesburgo, Kiev y Odessa para alojarse en hoteles de bajo presupuesto en los que una noche cuesta entre tres y cuatro dólares, en los que duermen hasta diez personas por habitación.
Pero no es solo un festival sino un estilo de vida que celebra los instintos humanos y la libertad durante seis semanas. Hay competencias en las que niños de hasta 7 años practican sexo oral a mujeres delante de 200 personas para ganar una camiseta. Algunas mujeres tienen relaciones sexuales con perros. Son escenas sórdidas que tienen lugar en estas playas y que hacen recordar las bacanales de la antigüedad. En esta república soberana, que también tiene una constitución establecida, presidente y ministerios propios, se exige visa al ingreso y se establecen reglas que, de romperse, son causales de expulsión. Por ejemplo, todas las relaciones sexuales deben ser consensuadas, no se puede forzar a nadie.
Esta idea emerge de la música dance de los años 90 y de los jóvenes adinerados que viajaban a Ibiza a pasar sus vacaciones en la época en que Ucrania y Rusia estaban paralizados por un régimen comunista. La aceleración social tras la caída de la Unión Soviética fue tan rápida que aún se encuentran asimilando la mayoría de conceptos culturales y se quedaron estancados en un momento que para ellos era la mejor manifestación de celebración. Su intención no es estar a la moda, pues no siguen las tendencias contemporáneas, prefieren replicar clichés de épocas pasadas: plataformas, alas de ángeles y rastas rosadas. Kazantip es una suerte de resultado hedonista contra las manifestaciones que se extendieron por Ucrania durante la revolución naranja de 2004 y que le dieron el poder a Victor Yushcenko.
El festival se ha convertido en una tradición para los asistentes de todas las edades quienes se desconectan durante un mes de sus responsabilidades para mezclarse con criminales, mafiosos, comerciantes de diamantes y mujeres de todas las reputaciones. “Aquí lo importante es la libertad, no la democracia. Si comparas nuestra población con la población de cualquier otro país, probablemente seamos uno de los países más felices del mundo”, dice dice Nikita, el presidente del Kazantip, al volante de su camioneta Hummer. Nikita se pasea por las calles hablando de política mientras cuenta que la única regla de su constitución es que cada año el presidente se nombra a sí mismo sin importar que lo acusen de dictador.
Los mejores DJs de Rusia se presentan todas las noches en un país que, según sus ciudadanos, es 100% libre de drogas. Dicen no tener el más mínimo interés por estas sustancias, pero sí por el alcohol en grandes cantidades. Pasan varios días borrachos en una fiesta en la que el sexo está lejos de ser un tabú.