Nos envian: Despertar

Nos envian este relato titulado DESPERTAR Por Jatziri Frías

El abrumador frío se transporta con el viento de invierno aquella tarde, parecía que ambos habían conspirado para juntos iniciar con esta historia.
Las nubes grises cubren aquel cielo opaco, que no sospecha convertiste en testigo del surgir de las dos jóvenes almas más vibrantes que se hayan conocido jamás.
La tímida y dulce Jade, apenas brotando en voluptuosidad a sus veintiún años se encontraba sentada, casi anclada a la banca de aquel parque. Pareciera que esperara algo, una señal, algún gesto que confortara su reprimida alma, o tal vez solo deseaba que el tiempo pasara.
Su mirada infantil se perdía tras las marcas que dejaban en la nieve los hombres y mujeres que pasaban frente a ella; ¿cómo iba a sospechar que tras aquel árbol desnudo por el invierno se hallaba el muchacho de caminar lento, que tarde a tarde la observaba perderse en sus misteriosos pensamientos?
Abel, siendo tan solo unos meses más joven que Jade se sentía fielmente atraído hacia ella. Él un muchacho de aspecto tranquilo, de sonrisa escapista, había encontrado en Jade una misteriosa seducción que despertaba en Abel sentimientos y deseos indescriptibles.

La blanca señorita, hubiera podido mimetizarse con la nieve de no ser por el abrigo rojo que la cubría por completo del cruel viento; pero opacando incluso al llamativo color carmesí, sus grandes ojos cafés resaltaban de entre su rostro para encontrarse en la mirada más natural y dulce que jamás imagino cruzar. Sus inmensos ojos y los de Abel se unieron creando en ambos tanto calor dentro de ellos que desde ese momento la atracción fue recíproca y ascendente.
La tarde siguiente, aún más fría que la anterior, Jade regresó al parque helado. Blanca, casi pálida. Vestía (como queriendo insinuarse a la mirada de Abel) aquel abrigo rojo, que, según ella había logrado hacerla brincar a la vista del muchacho. Pobre Jade, su inocencia no la dejaba adivinar que Abel desde comenzado el invierno la observaba paciente, inmóvil tras el árbol, deseándola; anhelando descubrir que se escondía tras la mirada café de Jade.
Coqueta, como nunca se había sentido lo buscaba insistente. Afanosa del encuentro con su caballero de tés morena, ojos expresivos y disimulada sonrisa, se encontraba sentada nuevamente en la banca, esta vez teniendo claro lo que esperaba.
Abel no podía retrasarse a la no establecida cita, solo que ahora la miraba desde la esquina de aquella modesta y confortable cafetería, la observaba y sonreía, pues notaba en su pacifica joven esa inquietud y curiosidad que no había presentado a lo largo de su frio contemplar.
Jade inquieta y hasta decepcionada se disponía a retirarse cuando Abel, divertido y más decidido que en toda su mediana vida se acercó a ella, Jade no lo noto al levantarse de la banca, de nuevo tenía la mirada perdida; al incorporarse, noto que ahí estaba el caballero que la tarde anterior inquieto su corazón, sonriéndole Abel se disculpó por asustarla.
Jade, sorprendida y apenada acento con la cabeza y como si fuera consecuencia de algún acto de magia cambio el color neutro de su rostro por uno más parecido al de su amuleto para ser vista por Abel: “aquel abrigo rojo”.
Ambos jóvenes se presentaron (solo por aparentar una mutua formalidad), y después de intercambiar miradas y alguna que otra palabra falsa que buscaba hacer más cordial y menos incomodo el momento, Abel como todo un caballero, invito a su bella dama a la cafetería desde la cual la admiro alrededor de dos horas esa misma tarde; tal vez demoró demasiado pues Jade aunque deseosa de acompañarlo, no podía estar más tiempo con él. La noche había caído sobre ellos.
Pero ella propuso en modo de disculpa encontrarse dentro de la acogedora cafetería al siguiente día. Abel siempre encantador accedió, y solo después del intercambio caluroso entre sus ojos, se despidieron anhelando el encuentro de la tarde siguiente.
Esa noche ambos tuvieron sueños con el otro, sueños que a diferencia de sus apariencias, enredaban tanta pasión como el cuerpo y la imaginación permite posible.
Ella apenada por sus creencias y costumbres, no sabía cómo podría volver a mirarlo fijamente, sin que Abel sospechase de lo que la noche anterior ella había soñado con hacerle.
Abel, que se imponía más a algunos sentimientos de culpa y pudor. Fue aún más interesado al encuentro con la joven. Quería adentrarse en los grandes ojos cafés de Jade y rogaba que aquellos le permitieran indagar como si fueran ventanas, dentro de los pensamientos de la pálida señorita, que por alguna extraña razón parecía perder ese insípido color solo cuando Abel se encontraba cerca. Pretendía averiguar si la deseosa mujer que había soñado se escondía atrás de su tímida y dulce apariencia.
Ninguno de los dos estaba cerca de comprender lo que el destino había conspirado para ellos. La forma tan exquisita en que el universo conspiro para que ambos se unieran y descubrieran juntos la pasión y entrega dentro de sus intactos cuerpos.
El momento de volver a encontrarse se acercó y Abel, ansioso de apreciar a Jade para poder entre palabras reconocer similitud entre la señorita que miraba al pasar de las horas en la banca del parque y la seductora mujer del sueño que lo tenía enganchado.
El caminar lento de Abel pareció desaparecer en el instante en el que se aproximó a la cafetería, entró y como si fuese cosa divina, una mesa para dos se mostró ante él. Se sentó a confiar en que aquellos ojos enigmáticos entraran por la puerta desgastada que daba la impresión de que en algún tiempo llego a ser de color marrón.
Así sucedió, Jade inquieta y sin portar el ya típico abrigo rojo se acercó a él. Lo reconoció de inmediato. La sensación que sus sonrisas al encontrarse provocaban, era aquella de que se conocían de otra vida, sus ojos en algún momento, en otra galaxia tal vez ya se habían cruzado, ya habían desatado toda su magia juntos.
Sin saberlo, ella lo saludo muy naturalmente. Abel, la recibió con una bella sonrisa, una real; esas que enamoran por ser auténticas.
Los jóvenes ansiosos comenzaron a charlar y sin darse cuenta las horas pasaron entre ellos, ambos tomaron café, ella no sabía por cual decidirse (seguía siendo en muchos aspectos una niña en el cuerpo cambiante de una mujer)
Abel se encontraba cada vez más atraído hacia ella, mientras ella charlaba él se dio cuenta que la tímida joven que miraba perderse entre la nieve, no era la misma que tenía ahora frente a su rostro. Era aún más bonita e interesante.
Jade se sentía cómoda, y como si la compañía de Abel hubiera desatado en ella todas las palabras que guardo a sus veintiún años, no paro de hablar.
No sabría asegurar si Abel se arrepintió de eso, ella en verdad hablaba demasiado.
Abel escuchaba, tal vez nunca escucho tanto; evidentemente Jade lo había hecho reconocer su gran capacidad para hacerlo.
Y así, tarde a tarde los jóvenes se reunían, a veces para platicar otras sinceramente solo se observaban, contemplaban los gestos del otro, claramente estaban enamorados.
Sin embargo Jade continuaba siendo tímida, a pesar de que noche a noche soñaba con cosas que naturalmente jamás había vivido, sentía el deseo inminente de que Abel, como en sus sueños descubriera en ella y en su cuerpo el placer nacido de sus caricias.
Abel estaba muy interesado en ella, claramente podía sentir que la amaba con una intensidad enorme, no podía apartar de su mente su imagen, su naturalidad, pero intrigado por sus sueños anhelaba besarla, acariciar su suave piel; Abel no se imaginaba que Jade lo deseaba tanto como él a ella.
Una de estas tardes Abel ya no pudo más con el amor y deseo que sentía por Jade, y dulcemente le insinuó encontrarse cerca de la casa de Abel, Jade más que dispuesta acepto. Tal vez sabía que existía la posibilidad de estar juntos a solas.
Cerca de la casa de Abel, él se acercó a Jade y la tomo por la cintura, mirándola fijamente le hizo saber cuánto deseaba besarla. Jade temblaba en sus brazos y a la par de que cerró los ojos, Abel la beso suavemente, al instante se entreabrieron los labios de ambos jóvenes. Sus lenguas que jamás se habían encontrado, provocaron en ellos chispas y muchísimos cosquilleos. No existió en ese momento más para ellos, ambos amantes se habían entregado en el primer beso que desencadenaría pasiones.
Jade continuaba temblando pero no podía dejar de besarlo, era ahora adicta a sus besos, a la sensación de sus labios rozando los de Abel, que de a ratos mordía sutilmente la boca de Jade dejándola sin aliento.
Casi sin darse cuenta ya estaban dentro de la habitación de Abel, sus manos curiosas e inquietas se paseaban seductoramente por el cuerpo de ambos. Los besos como su respiración ahora adquirían una intensidad enorme. La ropa entre ellos parecía estorbar, se besaban insistentemente aquellas partes donde la ropa permitía. El calor de sus almas habría podido acabar con el frio de afuera.
Abel aunque nervioso, lograba transmitirle paz a Jade, ella se sentía segura con él. Amaba la sensación de estar entre sus brazos. Y entre besos y caricias él poco a poco comenzó a desabrochar la ropa de Jade, la cual no se negó ante las acciones de Abel.
Se detuvo por un instante y la miro fijamente, noto en sus grandes ojos cafés a la mujer que vivía dentro de ella; aquella mujer de sus sueños estaba frente a él, lo amaba y deseaba. Había cambiado en ella la timidez por la sensualidad que su ternura inspiraba.
Jade no soportaba más y se lanzó en sus brazos para después de abrazarlo perderse en su cuello, lo mordía suavemente, era evidente que algo dentro de ella se había despertado.
Paseaba sus labios por el cuello de Abel, alternaba con su lengua y después continuaba mordiéndolo, eso parecía encantarle a él, pues hacia sutiles ruidos con su reparación. Mientras, Abel sujetaba su cintura y bajaba lentamente sus manos hacia las caderas de su amada, para que en un movimiento veloz le despojara de su blusa. Aquella acción enloqueció a Jade, estaba ahora más inquieta y atrevida. Se alejó de su cuello y observándolo de una forma coqueta arranco toda la ropa de Abel.
El joven estaba sorprendido con la pasión que mostraba su antes pálida chica, estaba convencido de querer amarla de cuerpo entero así que le ayudo a deshacerse de sus prendas. Es imposible saber quién de los dos se encontró primero desnudo pero en el acto se abrazaron nuevamente, disfrutaron por primera vez del calor que se produce cuerpo a cuerpo entre los amantes. Nadie imaginaria que nevaba afuera. El ritmo de sus corazones parecía encenderlos dentro. Ya eran presas del amor.
Abel la recostó dulcemente sobre su cama, ella lo observo como esperando algún nuevo movimiento a lo que Abel contesto aproximándose y acariciando sus piernas. La piel de Jade se erizaba al sutil contacto de sus dedos, él, se inclinó para besarla nuevamente y decirle mientras mordía su labio inferior que la amaba. Abel recibió la respuesta que tanto esperaba: ese yo también te amo.
Los jóvenes amantes se besaban locamente, Abel arriba de su amada la acariciaba mientras pacientemente ella trataba de descubrir lo que él sentía y deseaba.
Abel empezó a besar su pecho, y noto que Jade aunque estaba decidida no tenía una respiración constante, se entrecortaba mientras Abel pasaba sus labios por los pezones de Jade.
Estaba experimentando sensaciones que solo en sueños imaginaba, pero ahora eran reales y mil veces mejores. Ya tenían una complicidad, ambos se pertenecían.
Abel, joven y apasionado acarició los senos de Jade, esto desató en ella la locura, pues comenzó a respirar más y más fuerte, cerraba los ojos mientras el derretía sus manos por el cuerpo virgen de la chica.
Abel sutil como siempre paso sus dedos por la entrepierna de Jade, un gemido pequeño brotó de su voz. A ella le había encantado la sensación y quiso recompensar la experiencia así que mirándolo fijamente y coqueta como estaba aprendiendo a serlo deslizo su mano en un movimiento rápido y acaricio su pene, comenzó a mover su mano siguiendo su instinto. Abel respondía muy bien ante las caricias de ella, se dejaba llevar por los sutiles movimientos de Jade.
La joven continúo acariciándolo y Abel extasiado en placer tuvo apenas fuerzas para decirle con una voz entrecortada lo mucho que le agradaba la sensación de sus delicadas manos sobre su miembro.
Jade utilizaba sus dedos como arma de placer al apretar suavemente el pene de Abel, deslizaba dulcemente la delicada piel que lo cubría, cada vez lo hacía más y más rápido, eso notablemente excitaba al muchacho que perdido de gozo solo podía exhalar ferozmente el aire que escaso apenas respiraba.
Perdió conciencia y poder sobre su cuerpo, al grado que la delgada y no muy alta chica pudo girarlo y recostarlo en un solo movimiento a la cama que fue el único testigo de aquel despertar sensual en ambos. Ya recostado Abel apenas pudo abrir los ojos y apreciar con esto a la atrevida señorita que se derretía en besos y caricias desde sus piernas, ella ocasionalmente elevaba la mirada que ahora era aún más grande, Abel notó que sus ojos y su rostro se habían transformado en el de una enigmática y seductora mujer. Aunque eso estaba a punto de consumarse.
Jade subía lentamente por las fuertes y atractivas piernas de Abel, hasta que se encontró de nuevo con el falo ya erecto del muchacho extasiado. Ahora como si fuera causa del mero instinto lo miró nuevamente y despacio acerco sus dulces labios al glande de Abel, aquella imagen jamás saldría de la mente de Abel que más apasionado que nunca, se dejó llevar por la increíble sensación que causaba el pasar sensual y delicioso de la lengua de Jade sobre su pene, jugaba con ella desde la base hasta la punta del mismo; inconsciente de lo que hacía Jade era presa de la seducción apabullante de su inocencia combinada con la curiosidad insensata de su despertar sexual.
Continuo rozando su lengua dándole al entregado muchacho tanto placer cómo fue posible, ahora utilizaba sus dientes para morderlo suavemente, ella notó de enseguida que un gemido de mayor fuerza e involuntario por parte de Abel salía desde donde salen todas las cosas sinceras y naturalmente atractivas.
Siguió tocándolo y bajando a entregarle todo lo que ella apreciaba lo excitaba. Abel no pudo más y se decidió que era momento para consumar tanta pasión en el acto más cautivador y apetitoso. Era momento de hacerla suya.
Abel la lleno de caricias y besos, la joven que ya no era presa de pena alguna correspondía a sus besos con caricias hechizantes que desataban en delirio en su amante. Ahora Abel con una actitud dominante tomó a su virgen niña y la aproximo a su sexo, se apoderó de las alturas y mientras ella, bajo él lo miraba como deseando que accionara lo que tanto había insinuado el acto por sí solo.

Abel dulcemente elevó las piernas delgadas y níveas de Jade, ella no podía articular palabra, tan solo deseaba que Abel continuara; así sucedió. Ya con las piernas de Jade en sus hombros Abel suavemente acaricio la vagina de Jade, pudo notar que estaba humedecida señal de lo excitada que estaba con toda la experiencia. Siguió tocándola y su humedad le parecía seductora, casi un elixir de placer.
Paseaba sus dedos mientras ella se retorcía de gozo, arqueaba su espalda como si perdiera el control de su espina dorsal. Abel la sedujo aún más con sus ojos que deseosos le avisaron a Jade el siguiente movimiento.
Abel sujeto su pene y despacio lo introdujo en la lubricada vagina de Jade, ella aunque deseosa de que él continuara sentía un dolor jamás experimentado, aun así le pidió que continuara, Abel siguió introduciendo su firme y delicioso pene dentro de la tibia vagina de Jade. Se habría camino centímetro a centímetro mientras ambos llenos de placer deseaban tocar el fondo de aquel túnel de gozo infinito.
Una vez dentro por completo el miembro de Abel, la joven jadeaba por el contraste de sensaciones que sentía; Abel dejo que se recuperara mientras acariciaba las suaves y delicadas piernas de Jade, al mismo tiempo le repetía cuanto la amaba, Jade sonreía convencida de sus palabras.
Una vez relajada y menos adolorida Jade le pidió que continuara, Abel se inclinó a besar sus labios y mientras se incorporaba recibió suaves caricias de las manos de la chica enamorada. Abel sutilmente volvió a deslizar su pene dentro de ella para al sentir su límite volver a sacarlo, el vaivén de sus movimientos creaba una fricción exquisita en sus cuerpos. Con ritmo casi celestial Abel se adueñó de la vagina de su ahora mujer, la hacía gozar de placer mientras el experimentaba la sensación mas seductora del mundo, el amor de ambos se consumaba entre caricias, movimientos coordinados y gemidos pasionales.
Abel la penetraba deliciosamente, con fuerza y seducción. Jade no podía contener tanto deseo, ahogada en gemidos le repetía que lo amaba y Abel que disfrutaba tanto como ella siguió penetrándola hasta que la joven en un acto deleitable sintió como en su vagina se causaba un placer maravilloso que recorría cada poro de su piel y se desataba en contracciones involuntarias y satisfactorias para ambos amantes; Abel pudo distinguirlas y desencadeno en él una efusiva reacción, Jade rogo que continuara, Abel no lo dudo y pareciendo poseído por el placer la penetro con más fuerza y deliciosos bruscos movimientos hasta que el joven excitado necesitaba desahogar la miel de su ser, en un rápido y agradable movimiento saco su pene desde el interior de su mujer y baño con semen el desnudo y paralizado cuerpo de Jade que agitada disfruto de lo tibio del líquido blanquecino que en sus senos parecía derretirse. Abel aun extasiado se aproximó para besar a la mujer que desde ahora habría de robarle cada suspiro, sueño y deseo sexual…

Por rocio

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