De mujer a mujer:
Instantáneamente se incorporó y se sacó la
chaqueta quedando en bikini, pero con el cinturón
aún puesto y en posición de combate me invitó a
atacarla. Me sentí desafiada y me coloqué
enfrente. Nos clavamos la mirada y le pregunté
que buscaba con esta actitud. Mariel se agazapó y
comenzó a girar lentamente caminando con sus
manos en forma de garra. En eso me preguntó si no
sentía ganas de vencerla, sin reglas en una lucha
limpia sin golpes y "de mujer a…
mujer"….. Mi respuesta inmediata fue
lanzarme sobre ella. Nuestros cuerpos se
envistieron con fuerza y estuvimos de pie
forcejeando con los brazos y enredando nuestras
piernas. Yo era más joven, medimos fuerzas y
descubrí que estábamos muy parejas. La abracé
de la cintura y encontré el cinturón que me
sirvió para jalar de él y hacerla perder su
estabilidad. Luego de varios intentos logré
derribarla, pero me arrastró al piso con la caída.
Al intentar montarla se hizo a un lado y el
forcejeo continuó en forma horizontal. Ese
momento fue muy intenso y la lucha adquirió
características muy femeninas en busca de la
posición superior. Estuvimos rodando una sobre la
otra y hasta allí yo había sido limpia en mis
ataques sin causarle dolor con trucos sucios. En
determinado momento cuando logré bloquear sus
piernas con las mías y me disponía a montarme
sobre su cuerpo, ella lanzó un contraataque que
me sorprendió. Con una mano se aferró de unos de
mis pechos apretándolo tenazmente, mientras que
con la otra mano agarró de mi cabello hacia atrás.
Pagué muy caro el descuido porque se me montó y
logró sentarse sobre mi panza con las piernas
hacia delante encima de mis brazos. Nuevamente
estaba inmovilizada y mi adversaria comenzó a
torturarme los pezones pellizcándolos lenta pero
firmemente. Más allá del dolor sentí un placer
incalculable y cuando notó que comenzaba a
disfrutarlo, se sentó sobre mi cara frotando su
tanga sobre mí. La tela de esa prenda era muy
liviana, estaba humedecida y pude percibir su sexo
sobre mi nariz. Mientras me hacía sentir su poder
de mujer, de tanto en tanto me apretaba los
pezones. Estaba sufriendo algo parecido a lo que
había visto en una riña entre vecinas y puse lo
mejor para salir de esa situación. Con bastante
esfuerzo y tiempo logré sacarla de su posición
dominante y nos incorporamos. Volvimos a
acecharnos como dos gatas, pero esta vez
intercambiamos palabras ofensivas y tentadoras de
lo que le ocurriría a la vencida. Las dos estábamos
muy transpiradas y nos trenzamos en otra ronda de
forcejeos. Esta vez resultaron más lentos y
calculadores y mientras lo hacíamos, ella me quitó
el corpiño al igual que yo el de ella.
Continuamos luchando con los pechos desnudos
conservando sólo la parte inferior de las
bikinis. Mi venganza comenzó cuando en un
descuido de su guardia la tomé de los pechos y me
aferré con dureza, al mismo tiempo que ella pasó
sus brazos por debajo de los míos y copió mis
movimientos. Por unos minutos nos quedamos torturándonos
los pechos, hasta que ya perfiladas de lado la
empujé y cayó en cuatro patas y yo a su lado. Le
pasé mi brazo alrededor de su cuello y mientras
la obligaba a mantenerse en el piso, con la otra
mano le daba cachetazos a sus nalgas. Ella sin
quedarse atrás se tomó de mi tanga y tiró hacia
arriba clavando la tela en mi ranura vaginal. Al
intentar zafarme, alzó su cabeza y me aplicó un
mordisco en un pezón. El dolor me estaba
debilitando, pero logré acostarla sentándome
encima de su espalda. Entonces le hice una llave
por la nuca (doble Nelson) tirando hacia arriba
por un período prolongado. Cuando la solté cayó
desplomada y aproveché la oportunidad para
colocarme de costado y aplicarle una tijera con
las piernas a la cintura. Cada vez que intentaba
salir de esa situación más presión ejercía.
Finalmente agotada y casi sin poder respirar, mi
adversaria capituló. Recuerdo que estaba eufórica
por haber ganado y mi venganza fue feroz. Tomé su
cabello y jalé haciéndola arquearse con sus
pechos colgando. Entonces cuando podía,
maltrataba sus pezones como ella lo había hecho
conmigo. Para rematarla, hice a un costado su
tanguita y sin dudarlo le introduje los dedos en
su vagina haciéndolos girar en su interior hasta
hacerla aullar. Estaba muy feliz y excitada por mi
desquite, la solté y me retiré unos metros
disfrutando mi triunfo. La veía acostada rendida
a mis pies, era la primera vez que vencía a una
mujer de esa forma y me sentía muy femenina.
Aunque es difícil explicarlo.
1 a 0:
De pronto Mariel me sorprendió y atacó con sus
piernas desde el piso haciéndome caer de
espaldas. Ella era una zorra muy astuta, con gran
agilidad se incorporó y se lanzó sobre mi
cuerpo, pero la rechacé y nos cruzamos piernas
contra piernas en un enredo salvaje. Así luchamos
casi sentadas y rodando por el suelo hasta que en
un giro (no sé como), quedamos atrapadas en la clásica
posición 69, yo abajo y ella sobre mí. Aproveché
la posición y descargue fuertes palmadas en sus
nalgas. Mientras lo hacía, ella abrió mis
piernas y atacó mi sexo con sus dedos. Me revolví,
pero estábamos muy trabadas y no me era posible
salir de esa situación, para peor me aplicó
algunos mordiscos suaves en mi clítoris.
Finalmente aflojamos la tensión y nos devoramos
mutuamente por un período prolongado hasta
alcanzar orgasmos únicos. Esta vez fue un empate.
1 a 1:
Ya agotadísimas y al parecer sin fuerzas, nos
desplomamos sobre la lona procurando recuperar un
poco de aire, pero las chispas de la experiencia
anterior encendieron la llama de la guerra. Dado
que no se había decretado vencedora ni vencida,
decidimos terminar lo comenzado. No habría reglas
estrictas y acordamos que la primera que exclame
en voz alta su rendición, daría "honores a
la vencedora…" Un estremecimiento sacudió
mi cuerpo, pues ambas sabíamos que consistía en
un "ritual femenino" muy especial que
aceptamos gustosas. Nos dispusimos a una 2º etapa
del combate y juntando fuerzas nos enfrentamos de
rodillas a poco menos de un metro. Estábamos casi
desnudas con los pechos descubiertos y los pezones
endurecidos por la emoción. Sabíamos que no habría
empate y sedientas de acción comenzamos a
intercambiar las habituales ironías que cruzan
dos mujeres antes de una pelea. Lo hacíamos para
darnos valor y atemorizar a la adversaria.
Mientras nos desafiábamos, mutuamente intent!
ábamos tomarnos por los brazos. Mariel no dejaba
de alardear que sólo había jugado y que ahora
sabría lo que era capaz de hacerme. Eso me provocó
una risa burlona, mezclada con cierto enojo y al
arrojarme sobre ella, me esquivó. Tuve mala
suerte, caí de boca y ella se arrojó sobre mí
con toda su furia enredándome con sus brazos por
la cintura. La presión que sentía fue muy
fuerte, lo que le permitió a ella girar y tomarme
por la espalda, así me obligó a arrodillarme con
ella detrás. Me había sujetado con sus brazos y
mientras jalaba fuertemente hacia atrás, con su
pierna extendida incrustada en mi espalda empujaba
hacia delante. El dolor y la impotencia por no
poder liberarme casi me obligaron a rendirme. Pero
en un descuido Mariel, dejó escapar un brazo, rápidamente
giré y le apliqué el típico abrazo de oso
levantándola del piso en varías oportunidades.
Pero ella se prendió de mi pelo jalando hacia
abajo lo que me hizo perder estabilidad. Caímos
sobre la lona algo estropeadas por la
intensidad del combate desatado. Fue entonces
cuando las fuerzas me abandonaron y ella tomó la
iniciativa. No lo pude evitar cuando Mariel me
sujetó el cuello con un fuerte candado de brazo.
Al mismo tiempo que me dificultaba la respiración,
con su mano libre me atacó mis doloridos pechos.
Mis fuerzas habían colapsado y estaba indefensa a
merced de mi adversaria. En los minutos finales
ella fue brutal y despiadada, abusándose de cada
parte de mi cuerpo a gusto. Estaba completamente
inmovilizada y en ese momento me di cuenta que
Mariel dominaba muy bien el arte de la lucha, pero
me negaba a rendirme. Por mi orgullo soporté lo más
que pude, hasta que desde la posición de sentada
me hizo una tijera con sus piernas en mi cintura
por detrás. La llave aplicada me paralizó por
completo, mientras con sus manos alternativamente
torturaba mis pechos y mi sexo. El dolor ya
insoportable, me hizo exclamar mi rendición total
que tuve que repetir un par de veces. Me había
vencido en buena ley y sonriendo me liberó. Ahora
era ella quien se vanagloriaba de su superioridad
femenina, muy merecida por cierto. Luego se acercó
hacia mí, me ayudó a sentarme y me abrazó
suavemente ofreciéndome tiernos besos y dulces
caricias. Luego de un descanso reparador, ya
cayendo la noche nos hicimos el amor suave y
prolongadamente. Era increíble que horas atrás
casi nos matamos en una lucha desmedida y ahora
nos acariciáramos. Ya de regreso le pedí la
revancha y la oportunidad de reivindicarme, a lo
que aceptó gustosa ya que su pareja se encontraba
de viaje. Entonces acordamos enfrentarnos el
viernes siguiente por la noche en su quinta
nuevamente, pero esta vez pasando todo el fin de
semana juntas a puro sexo y lucha.
2 a 1:
Llegado ese día y rondando las 22 horas,
colocamos varias colchonetas en el piso del living
de la casa. Estábamos solas y Mariel me deslumbró
con un conjunto de lencería de dos piezas muy
audaz y provocador con medias de red y portaligas,
todo de color rojo fuego. Yo por mi parte me gasté
un dineral en una lencería erótica adquiriendo
un body de látex imitación cuero con una forma
de triángulos a la altura de mi pecho dejando mis
senos al descubierto, también con portaligas y
medias negras. Esta vez pelearíamos para definir
de una buena vez la supremacía femenina; una de
las dos debía emerger como la mejor y el clima
era de un duelo. Luego de seducirnos con la
vestimenta y desafiarnos, nos preparamos para
nuestro definitivo combate. Entonces comenzamos a
girar agazapadas en espera del mejor ángulo de
ataque. De pronto nos arrojamos una contra otra
con gran decisión. La lucha fue muy similar a la
anterior por lo prolongada e intensa, no nos dimos
ventaja y aplicamos todas las tomas posibles para
reducir a la rival. Los castigos fueron igualmente
dolorosos y la ferocidad del encuentro fue aún
mayor al anterior, desde el comienzo hasta el
final. Incluso en esta oportunidad intercambiamos
algunos golpes a puño cerrado sobre la panza de
la adversaria. No había reglas y fue inevitable
que nuestros blancos preferidos fueran los pechos
y el sexo de la otra. A pesar del dolor, ninguna
gritó, sólo fue posible escuchar gemidos y el
jadeo de nuestra respiración. La lucha fue muy
intensa porque ninguna quería rendirse y debía
demostrarse quien era la mejor. Transcurrida casi
1 hora de lucha muy intensa, por segunda vez
consecutiva me vencieron con una dolosa llave y
fui obligada a reconocer mi derrota. Esta vez
estuve más cerca de ganar, lo que me dejó una
mejor sensación que la vez anterior. Pero había
supremacías en juego y no hubo consuelo como en
el anterior para la vencida. Es decir, recibí
doble castigo y tuve que "rendir
honores" a la vencedora.
Rendición de honores:
Una vez que mi adversaria agotó mis energías y
me inmovilizó los brazos, se sentó sobre mi
cara, frotó su clítoris por mi boca y fui
obligada a lamerlo por varios e interminables
minutos. Jamás olvidaré la tibieza de los jugos
que vertía. Mi sorpresa y desagrado por haber
perdido fue total. Con el placer reflejado en sus
ojos, mantuvo la distancia apropiada entre mi boca
y su vulva hasta quedar completamente satisfecha
con la labor de mi lengua. Era un duelo femenino y
mi adversaria había humedecido mi rostro con su
victorioso sexo, no dejando duda sobre su triunfo.
Es lo acostumbrado para estos casos. Finalmente
para ser liberada, tuve que admitir todos sus
caprichos y aceptarla como la mejor para pelear.
De haberme negado, hubiera recibido un doloroso
castigo que no estaba en condiciones de soportar y
menos de defenderme. Ella disfrutó mucho por
haber ganado de esa manera tan
"especial". Mi cara olía a sexo de
mujer y para mi fastidio me lo hizo saber. Es más,
me comentó que era su forma preferida de
ganar una pelea con una rival. No me gusta que me
derroten y esa noche casi no pude dormir. Al día
siguiente sobre el mediodía, sólo con las tangas
puestas comenzamos a acariciarnos al borde de la
pileta. Nuestra temperatura se elevó y a modo de
juego intenté arrojarla al agua, Mariel se tomó
de mí y me arrastró con ella, fue allí que nos
volvimos a trenzar dentro del agua, forcejeando
suavemente. Luego de jugar un rato allí, nos
hicimos el amor frenéticamente.
2 a 2:
Yo no estaba dispuesta a ser la única derrotada y
la tarde le dije de volver a pelear. Fue entonces
que me propuso batirnos completamente desnudas,
"de mujer a mujer" y al igual que el
caso anterior, "la vencida rendiría honores
a la vencedora"… El desafío fue aceptado y
en segundos estuvimos enfrentadas desnudas. A ella
le fascinaba mostrar su físico y en verdad me
maravillaba. Mis ojos bajaron para mirar sus
gruesos muslos, ella estaba depilada y aprovechó
para exhibirme su ardiente vulva. Mi sexo no era
menos que el de ella y en minutos más una de las
dos estaría lamiendo la vulva de la vencedora. No
se admitía otro final y un fluido eléctrico
sacudió mi cuerpo. Como obedeciendo a una orden,
nos trenzamos en un combate muy agitado y diversas
llaves de lucha fueron ensayadas. Pese a que no
habíamos recuperado por completo nuestras
fuerzas, pusimos una garra tremenda y nos hicimos
de todo para ganar. Estábamos bañadas en
transpiración y por la humedad, era difícil
aplicar llaves. Podía oler su caro perfume francés
y el suave aroma a "almizcle femenino"
que emanaba de nuestros sexos. Esa atmósfera tan
particular nos excitaba potenciando las fuerzas.
Rodamos varias veces en busca de dominar a la otra
y nuevamente nuestras manos torturaron las partes
más íntimas de una mujer. Fue intenso, doloroso
y en silencio. Pero algo cambio allí y por
primera vez logré derrotarla en escasos 30
minutos. En esa oportunidad le enredé mis piernas
a su cuello, mientras que con mis brazos tomé sus
muslos y le forcé a abrir sus piernas al máximo.
Al mismo tiempo que la ahogaba la obligaba a
mostrar su sexo. No pudo con esa toma y se dejó
vencer reconociendo haber perdido. Me hubiera
encantado que me "rindiera honores",
pero no me quedaban más fuerzas para cobrar ese
premio y la perdoné. Lo que quedaba del fin de
semana nos dedicamos a descansar y a hacernos el
amor con algún que otro forcejeo, pero nada
comparado a los combates anteriores. Fue una
experiencia hermosa y congeniamos a las mil
maravillas. Así pasamos 3 años y cada vez que
nos desafiábamos íbamos a su casa de fin de
semana. Los combates aumentaron en intensidad y
resultaron muy parejos. Para que no existieran
dudas, siempre finalizaban con la rendición
incondicional de una de nosotras. Era muy
emocionante, se alternaban triunfos y derrotas sin
que nunca emergiera una campeona. Ella siguió con
su pareja y yo de novia con chicos, pero la
necesidad de encontrarnos fue superior a su
promesa de fidelidad rota y a mis noviazgos. Luego
de esos 3 maravillosos años ella se fue del país
y no volví a saber nada más. Al tiempo de
conocerla dejé de acudir al gimnasio, pero jamás
abandoné la práctica de la lucha erótica entre
mujeres y muy pocas veces me derrotaron.
Aquellas interesadas en luchar conmigo les
agradeceré me escriban. Me fascina
"domar" gatas feroces.