El pequeño paquete estaba frente a mi primorosamente envuelto en un delicado papel de regalos. Era del tamaño de un sobre mediano y pensé que era una tarjeta de saludo con alguna de esas bromas simpáticas de cumpleaños. Encontré raro que no me la entregara personalmente pero pensé que bahía tenido premura al marcharse a la universidad. Reconocí su letra de impecable trazado.
Yo no le doy particular importancia a mi cumpleaños de modo que aprecié su gesto, deposite el sobre en mi bolso y me marche. También tenía prisa por llegar a mi oficina.
Fue a media mañana cuando volví a pensar en eso y me dispuse a ver la tarjeta. Abrí el sobre en forma mas o menos torpe e introduje mis dedos para cogerla, que al parece estaba envuelta en otro papel mas fino y suave y solo entonces me di cuenta que dentro del sobre no había tarjeta alguna sino que unos delicados calzones de color blanco.
A veces hablábamos de ropa intima mirando algunos catálogos y en general coincidíamos en los gustos. Alcé los calzones para observarlos mejor. Pensé que me quedarían chicos. A simple vista apreciaba que mi culo un poco generoso a mis 37 años, tendría dificultad para contenerse dentro de la prenda. Sonreí.
Me pareció percibir que los calzones tenían un ligero color opaco en la parte delantera y con una curiosidad morbosa y repentina me los llevé a las narices. No me cupo duda, los calzones habían sido usados recientemente, quizás esa misma mañana.
Con cierta dosis de morbo pensé que estaban un poco tibios, aunque eso podría ser una apreciación mía. Pero no tenía dudas que esa tenue mancha húmeda tenía el inconfundible aroma de flujo de mujer. Quede desconcertada.
¿ Que símbolo guardaba esta extraño regalo de cumpleaños?
Los metí en el cajón de mi escritorio, lo cerré con algo de violencia y seguí trabajando como si nada hubiese pasado. No pensaba en nada. Pero a medida que transcurría la mañana la presencia invisible de los calzones encerrados en mi escritorio se me antojaba una bomba de tiempo próxima a estallar en cualquier momento.
Caminé un par de veces, algo inquieta por mi oficina, hasta que me decidí a dar término a esa conducta ambigua y botar la prenda en el canasto papelero de mi baño privado.
En ese momento me pareció percibir que la prenda emanaba un aroma más intenso quizás debido a la temperatura de la calefacción del recinto. Entonces obedeciendo a un impulso inexplicable volví a mi oficina con los calzones en la mano. Me senté frente a mi mesa de trabajo y lentamente me incline sobre la prenda para olerla mejor. Si. De verdad ahora el olor era intenso, esa mezcla inconfundible de perfume y aroma intimo de mujer y que a veces tenían mis propios calzones cuando yo me desvestía luego de llegar de alguna fiesta nocturna. O sea era como un recuerdo. Pero un recuerdo caliente.
Para mi era todo un enigma lo que había impulsado a mi sobrina Minerva a enviarme esa prenda suya Porque no cabía dudas que si era suya .. Yo conocía su ropa, era su gusto, su color, su talla, indudablemente era así. No era una broma. Ella me conocía y sabría apreciar que no me divertiría ese tipo de acciones.
En ese momento no entendí muy bien lo que yo comenzaba a hacer, pero la verdad es que en el silencio de mi oficina que ahora estaba cerrada con seguro y como obedeciendo a una señal que emanara de esa prenda sobre mi mesa. comencé a sacarme mis calzones , haciéndolos deslizar suavemente por mis muslos. Y cuando los hube sacado por completo, como en una ceremonia promiscua, comencé a ponerme los tibios calzones de la Minerva.
Un placer novedoso me invadió mientra la pequeña prenda ascendía por mis piernas.
Me detuve con los muslos un poco separados para acomodármelos y luego comprobé como con dificultad, pude meter mis nalgas dentro de ésos calzones que evidentemente me quedaban chicos. Se me introducían profundamente entre mis nalgas por la parte trasera y por delante separaban mis labios mayores que deslizaban mis fluidos sobre aquella parte húmeda que yo había apreciado en ellos cuando los extraje del sobre.
Toda la operación me parecía demasiado estimulante y placentera como para detenerme a pensar en por que lo hacía.
Aun percibía esos roces excitantes cuando entré en mi casa esa tarde porque me quedé con los calzones de Minerva todo el día.
En la casa al parecer no había nadie. Me alegré de eso porque podría por fin detenerme a pensar en lo que me había sucedido desde la mañana Pero cuando me disponía a derrumbarme en un sillón para disfrutar del análisis morboso de la experiencia desencadenada por mi sobrina, escuche su voz desde su cuarto.
– Tía Magda. ¿Puedes por favor venir a ayudarme un momento?
Claro que la ayudaría, pero ella tendría que explicarme algunas cosas Sentí que tenia derecho a una explicación.
Minerva estaba trepada sobre la escalera de casa que usábamos para tareas domesticas y trataba de equilibrarse lo mejor que podía para acomodar una cortina primorosa de color crema.
– Por favor sujétame la escalera .. Ya dos veces casi caigo, – me dijo postergando de ese modo cualquiera explicación que yo pudiera requerir acerca del sobre de cumpleaños. Ella estaba tan en otro mundo que me sentí promiscua de pensar lo que estaba pensando y de haber hecho lo que había hecho.
Dejé mi bolso sobre una silla y me acerqué para sujetar la escalera.
Al hacerlo me di cuenta que el borde de su falda quedaba a la altura de mis ojos y por tanto tenia una vista muy en primer plano de las inquietantes pantorrillas de mi sobrina. Esa rubia de 24 años que habitaba conmigo desde que su madre, mi hermana mayor, la había enviado a estudiar en la única universidad de mi ciudad.
La muchacha se movía con cuidado sin mirar en ningún momento hacia abajo. El ruedo de su falda subía y bajaba por mi rostro de modo que a veces podía apreciar hasta la mitad de sus muslos blancos, sin una peca y sin un vello. Essos movimientos de su falda, me parecían señales d de colores como los que suelen usar a veces los marinos
El roce del borde de su falda sobre mi cara me producía cosquillas nerviosas que me hacían reír en forma apagada y cuando ella se empino sobre la escalera por algún movimiento, que al fin me pareció voluntario , yo quede con la cabeza bajo su falda teniendo frente a mi sus calzones. Pero donde deberían haber estado sus calzones en realidad estaba ahora el perfil desnudo del culo más perfecto que yo hubiese visto.
No tenía calzones y en ese momento me pareció que era lógico porque sus calzones los tenía yo ciñendo mi propio trasero.
Esa si era una señal poderosa.
Ella no dijo nada, ¿Que podría decir que pudiera agregar algo al diabólico signo representado por la línea tenuemente oscura entre sus nalgas allí a centímetros de mis ojos. ?-
Entonces mi mano derecha abandono la parte de la escalera que sujetaba y fue ascendiendo lentamente por sus muslos. Quería que se diera cuenta que los signos que le iba a transmitir tampoco tendrían nada de involuntarios.
Desarrollé sobre ella una caricia voluptuosa e impúdica sin límites sin restricciones ni trabas. Podía abarcar con comodidad toda la superficie de sus nalgas y aventurarme por la línea de sus caderas para regresar de nuevo a su trasero que ahora ella ondulaba suavemente.
La hembra ardía. Eso me lo indicaba el aroma intenso del ambiente bajo su falda.
Ahora me doy cuenta que en ese momento estaba entrando en una situación que ya no requería explicación alguna. Yo no quería que ella me explicara nada. Por el momento nos estábamos comunicando con un lenguaje de signos extraños, embriagadores y plenamente aceptados por ambas. No me interesaba que había en su mente, sino averiguar sensualmente lo que comunicaba su cuerpo caliente.
La minina cantidad de reflexión que pudiera quedarme, me abandono mientras mi manos separaban su nalgas y mi lengua mojada comenzaba a recorrer ese territorio suave y calido que alojaba en su centro la palpitante entrada de su culo.
Minerva había afirmado su manos sobre el borde superior de la ventana y la cortina se deslizo de su mano hasta el suelo, Ahora podía soportar la presión que yo hacia con mi boca sobre su culo y presioné suavemente mi lengua sobre su entrada. Este era mi signo más potente y más desenfrenado.
Comenzó a moverse de adelante hacia atrás corriendo el riesgo de caer.
Su ritmo ondulante parecía trasmitirme otra señal que supe interpretar adecuadamente porque ella dejó de moverse cuando dos dedos de mi mano derecha entraron con suavidad en su secreto y humedecido conducto.
La tenía ahí conmigo. Mis dedos violadores profundamente metidos en ella y mi mano izquierda apretando los labios mayores de su sexo que húmedos y abiertos palpitaban con ritmo profundo.
Yo esperaba algo. Pero ignoraba que podría ser
Otro signo quizás, para saber hacia donde caminar Yo le daba con mis dedos lo que ella parecía anhelar. Eso me lo indicaba la forma como sus contracciones apretaban mis dedos así como los profundos suspiros de placer que ella emitía y que me estaban electrizando.
Fue en ese momento que unas gotas pesadas y calientes
Humedecieron mi mano que apretaba su sexo.
Ambas nos quedamos estáticas temerosas y anhelantes de lo que esas gotas presagiaban, Luego un hilo caliente de intenso olor a hembra silvestre roció mi mano.
Yo me estremecí,. Parecía demasiado intenso, demasiado animal, demasiado primitivo, y se vaciaba ahora como un torrente dorado incontrolable, por mi mano y por mi brazo, inundaba sus muslos, corría por sus piernas, por la escalera hasta comenzar a formar una mancha, liquida intensa en el suelo.
Su vientre parecía palpitar, palpitar para mi, vaciarse para mi, entregándome en su vaciado toda la voluptuosa tensión que habitaba en su interior.
Fue el signo final de esa noche que comenzaba
Ahora si .. Después de esto, tendríamos que hablar.
Magda (magda_1735 @ hotmail.com)