Recuperando el tiempo

Tengo 48 años y estoy viuda desde hace cinco, pero hasta hace
dos veranos desconocía lo que era disfrutar del sexo, ya que mi
marido solo me follaba una vez cada quince o veinte días, sin preocuparse
nunca de mi, se echaba encima, me la metía y rápidamente
se corría olvidándose del sexo un par de semanas.

Los hechos que voy a contar ocurrieron hace un par de veranos y para
mí fueron un reencuentro con el sexo, olvidado desde que mi marido
enfermó hace más de ocho años. Aunque bien podría
decir que se trató de un verdadero descubrimiento, puesto que ahora
se que lo que yo he creído sexo a lo largo de casi veinte años
de vida matrimonial sólo era un sucedáneo y no he gozado
hasta ese verano.

Como ya he indicado mi vida matrimonial fue anodina y por desgracia
no tuvimos hijos. A la muerte de mi marido yo seguí en el pueblo
con mi madre, hasta que hace dos años también falleció
ésta y me vine a vivir con mi hermana Loli. Loli es cinco años
más joven que yo y vive en Barcelona desde su boda; está
casada con Juan, un abogado, con el que tiene un hijo, Juanmi, un encantador
chico de catorce años, que es una maravilla de niño, amable,
educado e inteligente.

Mis primeros tiempos en Barcelona fueron duros y tristes, sólo
alegrados por el cariño de mi familia, aunque no entraré
en detalles para ir al grano y contar éstos hechos que tan feliz
me hacen. Lo primero que me indicó que sexualmente yo no estaba
muerta, se produjo en un atestado vagón de metro. Yo volvía
a casa cuando sentí como aprovechando las apreturas del lugar, una
mano de hombre se apoyaba en mis nalgas; al principio pensé que
debía de ser casualidad pues a mis años nadie iba a andar
metiéndome mano, pero pronto pude darme cuenta de que los movimientos
de aquella mano no eran casuales, sino que alguien me estaba magreando
descaradamente. Casi me giré a insultar al dueño de aquella
mano, pero no me atreví, pensando en la vergüenza de armar
un escándalo entre tanta gente. Poco después y aprovechando
una parada, el desconocido apretó su vientre contra mi espalda y
noté como frotaba su hinchado sexo contra mis nalgas. Cuando llegamos
al final del trayecto y me giré no pude saber cual de aquellos hombres
que bajaban con prisas había sido mi inesperado admirador.

De camino a casa, estaba muy alterada, sobre todo porque notaba que
mi coño estaba húmedo y palpitante, como no había
estado desde los primeros años de mi matrimonio, antes de que descubriera
que para mi marido el sexo sólo era un trámite engorroso
y la rutina acabara con mi incipiente sexualidad. Pero muchos años
después un desconocido había hecho que descubriera que mi
cuerpo aún no estaba muerto y era capaz de calentarse y vibrar.
Eso me tuvo sexualmente alterada durante varias semanas, en las que viajé
mucho en metro, siempre en horas punta y en las que imaginaba que mi cuñado
me seducía y hacía el amor conmigo. Como ésto no pasó
y no volví a encontrarme con el desconocido, mi renacido ardor se
fue apagando y volví a ser la mujer fría que había
sido casi toda mi vida.

Sería unos meses después cuando ocurrieron los hechos
que iban a convertirme en una mujer colmada sexualmente y feliz por la
suerte de haber conocido el placer. Aunque haya sido tarde, os puedo asegurar
que desde aquel día he recuperado todo

el tiempo perdido.

Ocurrió un verano en que decidí acompañar a mi
familia en sus vacaciones en Salou, donde tienen un apartamento. Yo compartía
habitación con mi sobrino Juanmi, pero no albergaba ninguna idea
sexual, ya que unicamente lo veía como un

crío. Mi segundo reencuentro con el sexo se produjo en la cala,
pequeña y tranquila, a la que solíamos ir cada tarde, porque
había unas rocas donde Juanmi podía hacer pesca submarina,
el resto de bañistas eran en su mayor parte extranjeros de dos

hoteles vecinos. Juanmi estaba buceando y mi hermana y yo estábamos
junto a las rocas al final de la playa. Nuestros vecinos eran una pareja
de alemanes y su hijo, un muchacho rubio de la misma edad de mi sobrino.
Poco después de nuestra llegada comenzaron a recoger sus cosas,
la madre se puso una larga falda y se cambió; pero el hombre no
se tapó, cuando pensábamos que iba a ponerse una toalla para
cambiarse, el alemán dio la espalda a la gente y se quitó
su bañador quedando

desnudo de cara a nosotras.

Instantes después, tras dudar un poco, el chico imitó
a su padre y aunque algo cortado también se quitó su bañador.
Si el sexo del hombre, unos huevos gordos y peludos y una polla oscura
con un brillante capullo totalmente descubierto surgiendo entre una espesa
mata de pelo, ya habían llamado mi atención, el sexo del
crío nos dejó con la boca abierta.

Pese a su corta edad el chico tenía una polla increible, una
polla blanca sin descapullar, que oscilaba sobre unos cojones muy pequeños;
sin estar empalmado, el niño tenía una picha más gruesa
y larga que la de su padre, y lo más raro es que surgía en
un bajo vientre pelado donde apenas había cuatro pelillos rodeando
la base del pene; el resultado era muy excitante, debido a la combinación
entre el cuerpo infantil y el sexo adulto. Aquello me impactó, pese
a mis años de casada nunca había visto ningún hombre
desnudo a plena luz del día y allí había visto dos,
pues pese a su corta edad el chico estaba tan bien armado como un hombre;
noté como mi coño se humedecía y volvía a latir
como me ocurrió en el metro y me sobresalté cuando mi hermana
me

habló:

-Estos ‘guiris’, no se cortan con nada.

-Si,- le contesté- se quedan en pelotas como si nada, con todas
las vergüenzas al aire.

-Hablando de vergüenzas, has visto el cacharro que maneja el crío.

-¿Cómo no iba a verlo?.- Pregunté algo turbada.

-Dios mío, si debe tener la edad de Juanmi, nunca hubiera imaginado
que Juanmi pudiera tener el pito tan grande como su padre.

-No creo,- dije sin convicción- seguro que debe ser mayor.

-Que va, basta verle la cara, si aún no ha cambiado la voz.

-Estos alemanes…- bromeé intentando zanjar el tema- los crían
con salchichas, y ya sabes que de lo que se come se cría.

-Pues le diré a Juan que cambie de dieta.

Un baño enfrió nuestras ideas, pero una vez en la cama,
oyendo tan cercana la respiración de mi sobrino el tema volvió
a mi cabeza. Mi hermana había dado en el clavo, los chicos de esa
edad, niños aún en muchos aspectos, ya tenían los
genitales lo bastante desarrollados para poder hacer uso de ellos. Jamás
había pensado en Juanmi, ese crío aún sin sombra de
pelusa en su cara, como un hombre, pero ahora sólo pensaba en eso,
¿tendría ya Juanmi una polla como la del alemán?;
mi coño se mojó por completo y a punto estuve de ir a comprobarlo,
pero al final el tabú del incesto pudo más y me contuve.

Al llegar a la playa al día siguiente y ver allí a los
alemanes, mi corazón dio un vuelco de alegría, con suerte
volvería a ver aquel par de pichas que tanto me habían alterado
el día anterior. Cuando empezaron a recoger sus cosas, Juanmi estaba
con nosotras merendando y pensar que él también podía
ver la escena le añadía aún más morbo. Efectivamente,
padre e hijo se desnudaron frente a nosotros y tras vestirse se marcharon.

-Vaya sesión de destape.- Dijo mi hermana rompiendo la tensión.

-No se cortan un pelo.- Contesté yo.

-¡Jo!,- dijo Juanmi- ni el chaval ha tenido vergüenza de
quedarse en cueros delante de vosotras.

-¿Vergüenza?,- preguntó su madre- al revés,
yo creo que está bien contento de ir por ahí enseñando
el cacharro que tiene.

-Anda ya Loli, si sólo es un crío.- Repuse.

-¿Juanmi, sabes lo que dice tu tía?, que eso es porque
comen muchas salchichas; así que ya sabes lo que tienes que comer.

-Yo no necesito salchichas para nada.- Contestó Juanmi yéndose
a pescar algo enfadado, herido en su incipiente orgullo de macho.

Un nuevo baño calmó nuestra calentura, pero una vez sola
en la cama, la escena de la playa volvía a mi mente una y otra vez.
Hacía rato que habíamos callado cuando empecé a oir
un ruido rítmico proveniente de la cama vecina; tras prestar atención
me convencí de que aquello solo podía significar que Juanmi
se estaba masturbando.

-Juanmi, ¿qué estás haciendo?.

-¿Yo?, nada, intentar dormirme.- Contestó mientras cesaba
el ruido.

-Vamos, que no soy tonta, tu te estabas… te estabas…

-Por favor tita,- me interrumpió – no le digas nada a papá.

Yo le solté un rollo y le dije que no se lo diría si me
prometía que no abusaría de eso; él vino hasta mi
cama y me dió un beso en la mejilla.

-Eres la mejor tía del mundo.

-Anda ya bribón, que siempre consigues de mi lo que quieres,-
y sin saber el motivo añadí dando unas palmadas en el colchón-
échate aquí a mi lado un rato.

Juanmí se acostó junto a mi y volvió a darme las
gracias por ser tan comprensiva, cambiamos de tema y poco después
noté como su mano agarraba mi tetas.

-¡Niño!, ¿Qué haces, estás loco?.

-Lo siento tita,- se disculpó sin soltar mis tetas- pero nunca
he tocado unos pechos de mujer y no he podido resistir.

-Pero, pero bueno…- balbuceé indecisa sintiendo mi coño
humedecerse- eres muy joven para eso, eso son cosas de hombres y tu eres
un crío.

-No soy tan niño tita, el chico alemán es de mi edad y
ya has visto.

-¿Quieres decir que tú, que tu colita también…?

Por toda respuesta Juanmi cogió mi mano y la puso sobre su polla.
Yo quedé impresionada por el tamaño del sexo de aquel chaval,
era más grande que la de mi marido y estaba dura y mojada; yo no
retiré mi mano y agarré aquel pene que

palpitaba caliente.

-¡Dios mio Juanmi!, no es posible, ¿Cómo puedes
tener una cosa tan grande?, nunca me lo hubiera imaginado.

-Ves como no soy un niño.- Contestó orgulloso, deslizando
su mano por mi vientre hasta llegar a mi sexo mojado- Que suave es y que
caliente está, es mucho mejor de lo que me imaginaba.

-Deberías volver a tu cama.- Dije sin mucho convencimiento.

-Así no puedo dormirme tita,- repuso moviendo mi mano a lo largo
de su sexo- ayúdame tú a que esto se afloje.

Yo estaba muy excitada y sin pensar lo que hacía empecé
a frotar la polla del chico, notando como se endurecía y crecía
aún más, hasta que se corrió y la leche caliente y
espesa corrió por mi mano.  Poco después Juanmi me dijo
que era su turno de darme gusto y la mano que había estado en mi
coño comenzó a titilar mi clítoris mientras la otra
mano pellizcaba mis pezones. Yo empecé a gemir y alcancé
un orgasmo impresionante, entre quejidos de placer que hubieran despertado
a los padres del chico, si éste no me hubiera besado en la boca
con fuerza, apagando mis gemidos de placer.

Tras el orgasmo, quedé completamente relajada y tras recuperarme,
empecé a tener conciencia de lo que había hecho.

-Lo siento Juanmi, no se lo que me ha pasado. Lo que hemos hecho no
está bien, ha sido culpa mía, pero ahora debes irte a tu
cama. Por toda respuesta mi sobrino volvió a besarme en la boca
y dándose la vuelta se colocó sobre mí.

-¿Pero qué haces?, te he dicho que te vayas a tu cama.

-Por favor tita déjame.- Me suplicó mientras yo notaba
su polla dura frotando mi pubis.

-Estás loco Juanmi, ¿pero otra vez tienes tu cosa así?.

-Es por tí,- me contestó mientras con su mano intentaba
colocar su capullo en la entrada de mi coño- déjame hacerlo
contigo, por favor.

El no necesitaba mi respuesta para saber que había ganado la
partida, le bastaba mi silencio y mi pasividad. Yo también volvía
a estar muy excitada y una vez vencidos los tabues, abrí las piernas
para facilitarle las cosas.  Mi sobrino tuvo algunos problemas, debido
a su inexperiencia y a los años que hacía que por allí
no pasaba nadie; finalmente, ayudándose con la mano,

consiguió introducir el capullo y poco a poco, empujón
a empujón consiguió meterme su polla hasta el fondo, hasta
que sentí como sus pequeños cojones chocaban rítmicamente
contra mis nalgas. La unión era perfecta y él continuó
los movimientos de bombeo que hicieron que un rato después los dos
nos corrieramos casi al mismo tiempo.

Después de aquel fantástico polvo, mi sobrino me besó
con cariño y dándome las gracias volvió a su cama.
A la noche siguiente, aunque fingí resistirme, volvimos a follar
y dos días después, al quedarnos solos, pudimos hacerlo a
plena luz del día. Yo aún no había visto a Juanmi
desnudo y la visión de aquella polla larga y dura en un cuerpo de
niño, fue algo que me impactó, era tan grande o más
que la de un hombre pero era blanca y apenas tenía pelos ni venas,
era tan hermosa que no pude resistir los deseos de introducirla en mi boca
y empezar a lamerla y a chuparla hasta que saboreé el semen de Juanmi
en mi boca. Desde ese día, hace ya dos años mi sobrino ha
crecido y su polla también, ahora ya es más hombre y tiene
un impresionante pedazo de carne que no ha dejado de darme placer casi
ningún día desde aquella noche en la costa, ayudándome
así a recuperar todo el tiempo que mi marido me hizo perder.

Por rocio

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